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Tijuana la ciudad de la furia

Nos quejamos y de qué manera por la violencia de género, la violencia intrafamiliar, la violencia provocada por el narco, la violencia y crueldad contra los animales.

Nos quejamos y de qué manera por la violencia de género, la violencia intrafamiliar, la violencia provocada por el narco, la violencia y crueldad contra los animales, pero la violencia que más nos invade de manera cotidiana es la “violencia vehicular”. Un término que ya es momento de acuñar.

Producto del colapso de las vías de comunicación carreteras y las calles de la ciudad, en donde un trayecto de 10 minutos (hace 5 años), se ha convertido en un camino de una hora y media, ha hecho  que la crisis de nervios, estrés y frustración se apodere del ciudadano. Las agresiones, mentadas y claxonazos son el pan de cada día. De nada sirve poner las direccionales, sacar la mano por la ventana o pedir amablemente cambio de carril en medio del tráfico, pues la respuesta es casi siempre la misma, un agresivo aventón de carro para evitar que alguien se meta en la fila. Cosas que antes sólo se veían en las garitas de cruce internacional, ahora las vemos a cada esquina con gente demencial.

Me comentaba una amiga que hace unos días batalló para arrancar su auto en una subida y de inmediato, en cuestión de 10 segundos, comenzó el alarido de los autos, desesperados por avanzar. El carro se le fue unos centímetros hacia atrás y lo más curioso es que la conductora a quien ligeramente impactó con su defensa, no dijo nada, se limitó a girar el volante y rebasarla. Sin embargo, más atrás venía un pick up con trabajadores de la construcción y cuando pasó por su lado, los hombres le hicieron majaderías con las manos y de viva voz se la mentaron. ¡Sólo por unos segundos haberlos retrasado! Eso fue lo que mereció una dama sólo por no poder avanzar, me pregunto si de ser un hombre, ¿se hubiesen bajado para comenzarlo a golpear?

El nivel de agresividad social ya espanta, se perdió el respeto para las mujeres, personas de la tercera edad, peatones y todo tipo de conductores. La visceralidad es nuestro nuevo lenguaje, la agresión es la etiqueta de esta nueva sociedad. Los rostros fruncidos, las miradas flamígeras y los ademanes amenazantes son un veneno que no estamos atacando y tragamos a la ligera, como si no nos hiciera daño. Lo que no nos atrevemos a decir o hacer en persona, sí lo hacemos de carro a carro. Y hasta donde descubro, de este lamentable tema nadie está hablando. Es momento de ponerlo sobre la mesa, porque la “violencia vehicular”, vive en la calle, pero se estaciona en nuestro hogar.

*- El autor es graduado de la licenciatura en Derecho de la UABC, 
escritor y conductor de radio.

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