Tiempo de las frutas podridas
En apenas doce meses, la transformación en Baja California ha avanzado. Y nos referimos precisamente a la que presume el gobierno de México y el presidente López Obrador, sino a la que, desafortunadamente, la sociedad bajacaliforniana comienza a destacar de la gobernadora Marina del Pilar Ávila.
En apenas doce meses, la transformación en Baja California ha avanzado. Y nos referimos precisamente a la que presume el gobierno de México y el presidente López Obrador, sino a la que, desafortunadamente, la sociedad bajacaliforniana comienza a destacar de la gobernadora Marina del Pilar Ávila.
Quién sabe qué demonios le habrá picado, a no ser que sea el síndrome del poder alimentado por los halagos y zalamerías de sus funcionarios y amigos del primer círculo, pero poco queda de la novel egresada universitaria que buscaba consejos entre gente con experiencia, muchos de ellos gratuitos, si no es que todos, que le ayudaran a ir formándose una carrera política para ponerse al servicio de los ciudadanos.
Escuchaba entonces, con atención sin duda alguna, la voz de académicos, profesionistas, empresarios, analistas, periodistas y líderes sociales auténticos. Seguro estoy de que todos y cada uno de ellos algo debió aprovechar, aunque no estoy cierto que hoy lo esté aplicando. Al contrario, la gobernadora ha caído en lo que tanto criticaba y comete los mismos errores de los que tanto se quejaba.
Hoy en cambio ha caído en el confort que dan las reglas escritas del ejercicio de gobierno. Juntas por aquí, juntas por allá. Mesas de seguridad donde lo único seguro son las mesas, porque hasta ahora no han desaparecido. Listones por allá y listones por acá. Entregas de diplomas por aquí y entrega de diplomas acullá. Viajar al extranjero junto con la familia y sus amigos para traer inversiones ya anunciadas, salir cada fin de semana a sitios de los que no informa, un miércoles donde, en cambio, informa de lo que quiere y calla lo que se quiere ocultar.
Salir rápido, cuando así lo exigen las circunstancias, a la ciudad de México para participar en los llamados presidenciales. No importa que el estado esté ardiendo, que las ejecuciones continúen, que los feminicidios no se resuelvan, que los desaparecidos no aparezcan, que las madres sigan sufriendo, que no haya vacunas de refuerzos para adultos mayores, que las calles están destrozadas, que las aduanas no avancen, que la contaminación enferme y mate cada día más mexicalenses, que sigan llegando migrantes y las calles se llenen de cientos de familias de hombres, mujeres y niños desplazados a los que difícilmente se puede atender, que la Calzada de los Presidentes sea hoy la Calzada de los Indigentes.
Y, para “resolver” los problemas “heredados”, de nuevo a convocar a más y más juntas de trabajo y las reuniones de coordinación con los tres sectores de gobierno, que finalmente no llegan a ningún lado para confirmar lo que se ha dicho tantas veces. Mucho análisis provoca parálisis.
Porque el estado está paralizado. La seguridad en manos de un efectivo del Ejército que sigue con sus mapitas de calor como estrategia, una fiscalía estatal tratando de ganar espacios con argumentos más que con acciones, una institución cuya credibilidad, ya de por sí afectada, comienza a caerse en pedazos ante los fracasos en la detención de “generadores de violencia” que salen más pronto de la cárcel que reaparecer en las páginas de Facebook presumiendo su regreso a las calles.
Una secretaría de finanzas que ha sido incapaz de obligar a un banco a regresar 125 millones de pesos del Estado, que hace más estruendos con la voz que con sus acciones. Un responsable de obras que acompaña a la gobernadora a todos los actos para tomarse la foto con su casco y chaleco, sus maquetas y fotografías, pero que no puede ni siquiera terminar lo que los gobiernos anteriores comenzaron. Eso sí, que pone a disposición del esposo de la gobernadora todos recursos y contactos para continuar con el proyecto del Centro Histórico con todo y su trenecito chucu chu.
Un titular de Bienestar social que más que generar condiciones de progreso para las clases más necesitadas, sigue la política nacional de repartir el dinero de los mexicanos para alimentar la pobreza y luego utilizarlos, como este fin de semana será el caso, en el máximo evento de desagravio la figura presidencial, incorporándolos al “Acarreo del Bienestar”. Sí, igualito que antes, como con López Portillo y con Ernesto Zedillo.
Una secretaría de la función pública anodina, insabora, inolora y descolorida, aun cuando las denuncias por irregularidades se multiplican y brotan por todos lados. Y si no son capaces de mover el mouse de su computadora seguramente no se levantarán de sus sillones donde quincenalmente reciben, cómodamente, sus honorarios y compensaciones.
Mucho se ha transformado Baja California, pero la mayor transformación, para mal, se destaca en el quehacer político y social de la titular del Ejecutivo que olvidó los consejos gratuitos, y prefirió utilizar el poder del dinero público para pagar sueldos, honorarios, dietas y contratos fabulosos a asesores externos que le dicen, exactamente lo que quiere escuchar y le hacen creer que esas críticas la fortalecen. Falso. Le mienten y la engañan. El desencanto comenzó muy temprano y eso es peligroso para la salud política de cualquier personaje que se lo crea. Tiempo es ya, de sacudir el árbol y tirar los frutos podridos. Los tiempos políticos son más rápidos que los cronológicos.
*- El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político
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