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Segunda vuelta electoral en Chile

“La democracia es el peor sistema de gobierno. Con excepción de todos los demás.” WINSTON CHURCHILL

El pasado 21 de noviembre, se llevó a cabo en Chile, la elección presidencial para elegir al sucesor de Sebastián Piñera, para el período 2022-2026.

En el caso de Chile, como en muchos países latinoamericanos, existe la llamada segunda vuelta electoral, que es aquel mecanismo que permite que, cuando en las elecciones ningún candidato logre un determinado porcentaje de votos, se llame a la ciudadanía a una segunda votación, pero únicamente con los 2 punteros del proceso recién concluido y de esa manera, se pueden alinear las fuerzas políticas de ese país y elegir entre 2 opciones únicamente.

En el caso de Chile, como ningún candidato obtuvo el 50% de la votación, se tendrá que llevar a cabo la segunda vuelta electoral o balotaje, para el 19 de diciembre próximo y los candidatos serán el ultraderechista José Antonio Kast y el izquierdista Gabriel Boric, algo así como si compitieran electoralmente Salvador Allende contra Augusto Pinochet.

Chile viene saliendo de un gobierno débil que sucumbió ante el estallido social de 2019, en el que después de una serie de manifestaciones ciudadanas por el alza de precios, terminó declarando estado de emergencia en quince de las dieciséis capitales regionales. Adicionalmente, en esas elecciones se presentaron 6 candidatos a presidente de la República, lo cual dificulta establecer acuerdos de gobernabilidad ante tanta fragmentación política.

La segunda vuelta electoral es un esquema surgido en Francia, en 1852 con la instauración del segundo imperio francés de Napoleón III y que toma singular importancia en la segunda mitad del siglo XX, principalmente en Europa, en donde hoy en día es una práctica común.

Este ejercicio tiene la ventaja de que abona a aumentar el respaldo hacia un candidato, además de darle legitimidad, evitando que llegue al poder alguien que no tiene el respaldo ciudadano. Evitar pues un presidente elegido legalmente, pero sin legitimidad.

Es un esquema que se utiliza en muchos países del mundo y tiene por objeto obtener un mayor consenso en la elección de candidatos cuando la arena electoral es muy competida y el triunfo de los candidatos puede ser cuestionada, como ocurrió en el 2006 en México cuando el presidente Calderón ganó por 243,934 votos, que representaron menos del medio por ciento sobre el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.

Para darnos una idea, en América existen 14 países que tienen esta interesante figura en sus procesos electorales, los cuales son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Perú, República Dominicana, Uruguay.

Nuestra democracia es aún muy imperfecta y tiene todavía mucho que mejorar y que aprender de otras experiencias que han probado ser exitosas y beneficiosas ahí en donde se han implementado.

Por ello, no nos vendría nada mal pensar en este esquema y analizar, con ojos de estadista, la posibilidad de incluir esta figura democrática en nuestra Constitución, para darle mayor certeza y sobre todo legitimidad a nuestros candidatos. Lo malo es que ningún partido político lo trae en su agenda de reforma de Estado.

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