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¿Qué aprender en las universidades para mantenernos al frente de los cambios tecnológicos de la Inteligencia Artificial?

Existe un asombro generalizado con las recientes revelaciones entre la guerra tecnológica de Microsoft y Google con respecto al avance de la Inteligencia Artificial (IA) y los despliegues y alcances de programas como ChatGPT.

Existe un asombro generalizado con las recientes revelaciones entre la guerra tecnológica de Microsoft y Google con respecto al avance de la Inteligencia Artificial (IA) y los despliegues y alcances de programas como ChatGPT (según algunas afirmaciones de la versión 4.0 de GPT puede tener un desempeño mejor que el del 90 por ciento de los estudiantes universitarios). Cómo ya se ha argumentado en columnas anteriores el avance de las máquinas, computadores y robots es exponencial y los humanos no podemos competir con ello. Es por eso, que las universidades se tienen que enfocar en retomar, impulsar y promover lo que nos hace más humanos.

La automatización está reemplazando muchos trabajadores, no sólo del sector industrial, sino del sector primario y de servicios. El Economista Robert J. Shiller se hizo la pregunta en 2015: ¿Qué pueden aprender las y los jóvenes universitarios en las universidades para que no sean desplazados por los dispositivos y aseguren un buen trabajo con ingresos sólidos en los próximos 20, 30 o 50 años? La mayoría de las universidades no sabemos cómo responder y otras tantas ni siquiera se plantean las preguntas adecuadas y continúan con los métodos tradicionales de enseñanza-aprendizaje.

Siguiendo con el autor Robert J. Shiller, establece que debemos trabajar en dos líneas de pensamiento para tratar de enfrentar el problema planteado en la pregunta. La primera línea de pensamiento es que los docentes seamos más proactivos y flexibles para definir y proveer a nuestras y nuestros estudiantes de cierto aprendizaje general, flexible, informativo y creativo que esperemos, sea más difícil de reemplazar por la IA. La segunda línea de pensamiento es que tenemos que educarlos más orientados a los negocios, enseñándoles de cómo funciona el mundo real e impulsando un proceso de emprendimiento creativo, que presumiblemente las computadoras no pueden duplicar.

Los académicos Richard J. Murnane y Frank Levy en su obra “La Nueva División del Trabajo” de 2004, analizaron ocupaciones que enfrentan la revolución de la información del pasado reciente. Incluyeron desde puestos gerenciales en el sector servicios, en contraposición con puestos que han declinado como operadores telefónicos. Las personas en ocupaciones que han enfrentado con mayor éxito la cuarta revolución industrial comparten ciertas características:

“Habilidades de comunicación complejas” y “conocimiento experto”. Estas habilidades incluyen la capacidad de transmisión “no sólo información, sino una forma particular de interpretación de la información”. Mencionan los autores que el “conocimiento experto” es amplio, profundo y práctico, permitiendo la solución de “problemas desconocidos”. Estas atribuciones parecen no ser beneficiosas en el futuro. Pero ciertos estudios sugieren que la educación universitaria debe ser más amplia, y no definida por las estructuras tradicionales de departamentos separados con un claustro de profesores que quieren, más que nada, estar al frente de sus estrechas disciplinas. Esta forma tradicional departamental es fundamental para muchas universidades, y es difícil de cambiar.

El proceso de ajustar y mejorar los cursos que impartimos nos debe llevar a adoptar el marco digital para que no perdamos relevancia ante nuestros estudiantes y los conocimientos que compartimos. Podemos continuar con nuestras prácticas tradicionales, pretendiendo que el mundo y nuestros estudiantes no cambian; o podemos retirarnos y dejar grabadas nuestras clases para que las estudien en plataformas en línea.

Pero si estamos en una universidad tenemos que replantearnos lo esencial y reinventarnos: ¿Cómo hago relevante mi curso y mis enseñanzas y lo empato con “el arte de vivir en el mundo”? Si enseño economía, esta debe estar sustentada por no sólo la memorización de conceptos, sino su análisis, discusión y muy importante, posibles aplicaciones a la vida diaria. Sólo de esta manera podemos garantizar la relevancia y la pertinencia donde contribuimos a que nuestras y nuestros estudiantes desarrollen habilidades como las mencionadas. “Creatividad”, “Comunicación”, “Expertise”, “Resolución de Problemas Complejos”, etc. Para que, en el futuro presente, las tecnologías sean herramientas de complemento y no sustituto.

Se lee y se escucha fácil, sin embargo, el reto es enorme para las universidades: Cuerpo docente, estudiantes, y personal administrativo y de servicios encargado de proveer de lo necesario para una verdadera transformación digital que nos permita enfrentar la cuarta revolución industrial.

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