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Procrastinación

Hammurabi, Rey de Babilonia en el año 1790 antes de Cristo, considero a la procrastinación dentro de sus leyes mediante el establecimiento de una fecha límite para presentar una queja, reconociendo que esas demoras eran perniciosas y debían ser contrarrestadas con medidas como esa.

Hammurabi, Rey de Babilonia en el año 1790 antes de Cristo, considero a la procrastinación dentro de sus leyes mediante el establecimiento de una fecha límite para presentar una queja, reconociendo que esas demoras eran perniciosas y debían ser contrarrestadas con medidas como esa. Lo cual puede relacionarse sin mayor extrañeza con un viejo y conocido dicho turco, que observa la preocupación por esos temas en culturas antiguas y lejanas, y que reza: ¡no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy! La procrastinación es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Atendiendo a esta definición, podemos entender que aquellas tareas que son más susceptibles de ser postergadas son aquellas que no nos divierten. Y que, además, no es obligatorio realizarlas ahora mismo. La procrastinación es por tanto uno de los ladrones del tiempo con el que tenemos que lidiar en nuestro día a día. Etimológicamente, “procrastinación” deriva del verbo en latín procrastinare, postergar hasta mañana. Sin embargo, es más que postergar voluntariamente. La procrastinación también deriva de la palabra del griego antiguo akrasia, hacer algo en contra de nuestro mejor juicio. Procrastinar consiste en posponer deliberadamente tareas importantes pendientes, a pesar de tener la oportunidad de llevarlas a cabo teniendo el tiempo y la ocasión. Al contrario de lo que se suele creer, la procrastinación es un asunto emocional. Se trata de un comportamiento distractivo, que posterga el instante de hacer frente a una actividad percibida como dolorosa, incómoda, angustiante, inquietante, difícil o frustrante, todo lo cual justifica su diferimiento a un futuro incierto e idealizado en el que sí estén dadas las condiciones para hacerlo. La estrategia de barrer problemas bien conocidos debajo de la alfombra, esquivándolos para no enfrentarlos hoy como si fuera posible postergarlos indefinidamente, puede resultar útil en el plano de la política por algún tiempo. En nuestro país, el mejor ejemplo de la procrastinación es el ejecutivo federal y algunos gobernadores de los estados de la república. Esta actitud no se puede sostener eternamente e implica inevitablemente costos para la sociedad y, eventualmente, para quien la impone. Para la sociedad, porque se paga el costo de oportunidad manteniendo y agravando problemas que los políticos dicen ignorar. Para las autoridades, sobre todo ahora que están al final de su gestión y quieren pasarle a la siguiente administración el costo de resolver los problemas, los costos pueden estallar en sus manos como consecuencia de la pérdida de confianza de la población. Como podemos apreciar, no sólo las dependencias del poder ejecutivo, y legislativo, están enfermos de procrastinación, sino que todo el sistema judicial, también lo padece y en grado sumo. Ya lo decía Seneca “Nada se parece más a la injusticia como la justicia tardía”. Son pocos los que hoy son ajenos a esta realidad. Desgraciadamente entre esos pocos se encuentra la clase política de este país. Ya sea por desconocimiento o por omisión en su deber por intereses partidistas, lo cual es inadmisible y exige responsabilidades, esta clase política que es una suma de diferentes ideologías lleva años postergando medidas que saben necesarias por meros intereses partidistas, causando un grave perjuicio a una sociedad que necesita soluciones inmediatas. Ya es hora de exigir que nuestros políticos hagan su trabajo. Entre los innumerables problemas a resolver, un buen punto de partida sería empezar por dar soluciones al problema de la seguridad, la educación, la falta de medicamentos y vacunas en el sistema de salud, la no militarización de las policías del país. En la actualidad somos uno de los ejemplos más vergonzosos de procrastinación de la clase política de este país en muchos años.

En términos probabilísticos, a juzgar por la experiencia de quienes están a cargo, lucen más probables las alternativas del “manual del perfecto procrastinador” que traten de seguir ocultando los problemas por el resto de su gestión.

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