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Pendenciero

El gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez ha sido muy hábil para sacar de quicio a mucha gente.

El gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez ha sido muy hábil para sacar de quicio a mucha gente, entre ellos al alcalde de Tijuana, Arturo González Cruz, a quien calificó Bonilla como flojo, que no trabaja; esta semana la víctima de sus arrebatos fue el ex gobernador, José Guadalupe Osuna Millán.

Voy a contarles una historia ficticia, no cierta, que surge de la imaginación de este periodista: “Jaime vivía en la Colonia Libertad de Tijuana, hace ya más de diez lustros. Salía, como todos los niños, temprano a la escuela, llevaba en su mochila, además de la tarea, un par de burritos de machaca que le había preparado su madre para que se los comiera durante el recreo y en su bolsillo del pantalón dos coras para comprarse una soda.

Le gustaba llamar la atención haciendo escarnio de sus compañeros gorditos, con lentes, contrarios a su manera de pensar, etc., les jugaba bromas pesadas y en ocasiones sacaba provecho cuando, estos niños por querer hacer las paces, le disparaban una soda en la tiendita de la escuela. Claro que aceptaba, pero las paces no las hizo nunca.

Jaime era un niño que no le importaba el tamaño de su compañero, a todos les echaba bronca por cualquier cosa, desde que no le prestaban un lápiz, hasta que lo miraran feo. Por supuesto que en el patio de la escuela guardaba compostura para que los profesores no lo fueran a sorprender en alguna de sus travesuras, sin embargo, a la salida eran frecuente los encuentros a trompadas.

Así se fue haciendo experto en el arte del combate y decir charras, no se diga en crearles apodos a todos sus compañeros y compañeras: El rata, lady salón de belleza, el flojo, el gordo mantecoso, el cuatro ojos, el cacha granizo, etc. Pero siempre existían los compañeros aplaudidores, aquellos que Jaime procuraba porque resistían cuanta broma les hacía y hasta las críticas.

Cuando los amiguitos lo invitaban a jugar béisbol, él era muy dadivoso, conseguía quien les pichara unas sodas al final del partido. Pero había partidos que los compañeros de equipo se molestaban con él porque daba dinero al ampáyer para que los ayudara con sus decisiones.

Los compañeros se preguntaban de dónde sacaba el dinero Jaime, unos decían que había enamorado a una niña que tenía un padre con una carnicería y pues le financiaba; otros que los fines de semana por la madrugada pasaba “pollos” a Estados Unidos por el Cañón Zapata, pero nadie le puedo comprobar ni lo uno ni lo otro.

Después, al crecer, Jaime entró a la Preparatoria Lázaro Cárdenas, él se dice Jaguar, pero pronto destacó en la prepa, creo, como pasó en la primaria, pendenciero, bromista, dicharachero, pero de todas maneras así pasó año con año. Sobre su grupo de amigos íntimos poco se ha sabido, tal vez tendrá alguno que lo ha seguido desde la prepa.

Modificó las reglas para ser representante estudiantil, en vez de un año, fue dirigente por tres años.

Los años de universidad, estudió en la UNAM, porque tal vez en esos años la UABC no existía aún. Dice que salió de ingeniero industrial, qué vida llevó Jaime en la UNAM, haciendo amigos, contactos. Posiblemente en esos años conoció a Andrés Manuel, en uno de sus trayectos a Rectoría y Jaime le preguntó a Andrés de dónde era, de Tabasco, Jaime le dijo, yo de Tijuana. Su amistad perduró toda la vida”. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia

* El autor es periodista independiente.

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