Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

Odios y violencia por doquier

En esta semana, acabamos de vivir una de las páginas más negras en la historia de los hispanos en lo que fue su tierra.

En esta semana, acabamos de vivir una de las páginas más negras en la historia de los hispanos en lo que fue su tierra y desde hace algunos ayeres está gobernada por los Estados Unidos. La peor masacre contra hispanos, en los Estados Unidos, se llevó a cabo en El Paso, Texas. Y luego hubo otras acciones similares, en otras partes del mismo país, todo fomentado desde la cabeza de esa nación, en manos de una persona que odia: Donald Trump.

Pero nosotros no podíamos cantar victoria, y aunque con su super razonable razón para guardar las distancias, estuvimos viendo en los noticieros nacionales de México, cómo por un simple alcance de vehículos en la Ciudad de México, una niña, que luego conocimos como “Lady Piñata”, destruía el vehículo de otra niña, ayudada en su violencia por un señor que solo observaba y una señora que se bajó del mismo carro de la agresora, con pistola en mano. ¡Qué nos pasa! Vemos odio y violencia por doquier.

Leía en un libro, no recuerdo el autor, que el odio es una pasión cuyo objetivo es el daño premeditado de otros. Está relacionado con “revancha” y “venganza”. Actualmente, no pasa un solo día en que el odio no forme parte del discurso o acción de ciertos actores políticos, ya sea desde la curul de algún recinto legislativo, hasta en los discursos “mañaneros” desde donde se pone de moda la palabra “fifí”.

En democracia hay adversarios. En el populismo esos adversarios pasan a la categoría de enemigo. A un adversario hay que ganarle, pero de forma legítima y sin enfrentamientos que vayan más allá de lo político. Cuando pasamos de adversario a enemigo, entra a jugar su parte el odio. Ya no solo hay que ganarle, sino hay que acabar con él. Se pasa del odio a la violencia, azuzados por un discurso de antagonismo. Cuando alguien se cree dueño de la voluntad popular, vienen muchos males. El populismo divide y antagoniza, bajo un discurso del odio hacia el “anti-pueblo”. Y como consecuencias, aparecen las agresiones y el enfrentamiento personal entre diferentes en una sociedad que debe ser plural y de adversarios políticos, no de enemigos.

El odio, la repugnancia, la animadversión, la abominación, la antipatía, el aburrimiento, la ira, el “me caes gordo”, y el desamor; no nace de los desposeídos, excluidos, marginados, oprimidos, explotados y reprimidos; sino de los de arriba, que siempre ostentan alguna clase de superioridad. 

El odio es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno; así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. El odio es una intensa sensación de desagrado. Se puede presentar desde el odio de los objetos inanimados o animales, al odio de uno mismo u otras personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo.

El odio no es bueno, hay que evitarlo. La gente preparada puede hacerlo. Hay que honrar la calidad de Ser Humano.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí