Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Nuestros Muertos Vivos

Somos lo que hacemos

Todos tenemos a nuestros muertos, algunos más vivos, otros un poco más muertos; algún día todos seremos el muerto de alguien, ojalá que cuando así suceda seamos uno de los primeros, es decir, de los que permanecen vivos en la memoria de nuestra gente. Yo tengo a los míos, papá, mamanina, David Felipe, Pancho Méndez, mis abuelos paternos, y especialmente Emiliano, son mis muertos vivos, difícilmente pasa un día sin tener presente a alguno de ellos, ahora a la distancia mis recuerdos me producen la alegría de saberme acompañado en estos mis días vivos por aquellos a quienes quise tanto.

En la casa materna somos 9 hijos, tengo el regalo de tener 3 hermanas y 5 hermanos que han sido la bendición más grande que alguien puede recibir en familia, todos vivos, todos hombres y mujeres de bien; no sólo somos hermanos, somos cómplices, amigos, confidentes, socios, somos una historia llena de risas, de alegrías y de mucha compañía; lo que hoy es motivo de inmensa alegría, el tenerlos, en algún momento será una pena terrible, alguno de nosotros tendrá la pinche tarea de atestiguar la muerte de 8 de nosotros, afortunadamente estoy seguro que no seré yo; malhaya la hora que así fuere, yo quiero ser uno de sus muertos, jamás que alguno de ellos lo sea para mí.

Alguna vez leí que las almas reencarnan en grupo, que las personas cuando mueren regresan de una manera cercana, me encanta la idea de que en algún tiempo futuro me reencuentre con Emiliano o con mi papá sin importar que alguno de ellos sea en ese momento mi hermano o mi mejor amigo; por otro lado la posibilidad de que exista un paraíso eterno en el que me pueda reunir nuevamente con ellos es increíble; desafortunadamente ambas son insostenibles, espero estar estúpidamente equivocado y que cualquiera de las dos sea verdad.

En el país el simbolismo de la muerte es muy profundo, nos reímos de ella, la dibujamos elegante y señorial a través de nuestras catrinas tan únicas, bueno, su acompañamiento es tal que hay gente idiota que hasta la trata de santa y le reza. Tristemente nos convertimos en un país con tantos muertos que perdimos la sensibilidad de quiénes mueren, de cómo mueren y de cuántos lo hacen todos los días ante la indiferencia de gobernantes ineptos a quienes poco les importa nuestra pila de muertos; son tantos los muertos que ya poco cuentan para nuestros adentros, la muerte hija de puta se volvió barata en un país como el nuestro, que apila muertos mientras nosotros acumulamos con desdén el horror de acostumbrarnos a ello; México se transformó en un país en dónde matar es tan sencillo que se volvió habitual; corremos el riesgo que producto de tanta muerte nuestra indiferencia termine matándonos. Nos convertimos en el país del minuto de silencio, ese que nuestras autoridades piden después de prometernos que el crimen en cuestión no quedará impune, mientras el payaso del palacio sigue prometiendo abrazos, no balazos.

Quiero seguir teniendo a mis muertos lo más vivos que me sea posible, quiero nunca perder la ocasión de pensarlos, de reír con ellos a la distancia y de abrazarlos hondo, profundo, de esos abrazos que apretujan el corazón y acarician el alma, quiero que mis muertos no se mueran nunca.

En esta nota