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Nostalgia

Nadie sabe mejor que nosotros los viejos, la manera tan rápida como van pasando los años y cómo el cuerpo se va deteriorando poco a poco.

Nadie sabe mejor que nosotros los viejos, la manera tan rápida como van pasando los años y cómo el cuerpo se va deteriorando poco a poco.

Vemos que nuestras capacidades físicas disminuyen y lo que antes era de fácil alcance, ahora se ha tornado difícil de alcanzar.Cualquierescalónporpequeñoquesea,debemosverloconseriedad y prever la eventualidad de un accidente, que, dada la debilidad de nuestra osamenta, podría tener consecuencias graves. Los grandes pasos al caminar, que añoraba mi Tío Jesús los últimos días de su vida, ahora los empiezo a extrañar. Las piernas son las primeras que pierden fuerza y frenan nuestros desplazamientos. Si quieres saber quién se está haciendo viejo, obsérvalo caminar. Ponle atención cuando se siente al sol y verás que se comienza a adormecer. La luz solarnoscobija,nosaletargaynospostraenlacomodidad.Conladisminución de nuestras capacidades, la certeza de poder vivir muchos años se acorta conforme pasa el tiempo, nuestro horizonte se estrecha sin que podamos aventurar cuántos años viviremos.

Las evocaciones del pasado forman parte de nuestro presente. Las comparaciones que hacemos no tienen ninguna recepción positiva porque quedan fuera del imaginario general. En ocasiones, por ejemplo, especialmente cuando comienzan los días calurosos, los pequeños brotes de hierbas en los patios me hacen recordar las fantasías que desarrollaba en torno a ellas. La irrealidad fantasiosa transportadaaescenarioscreadosenmimentemepermitíamantenerme ocupado y entretenido. El que no pudiéramos contar con la tecnología actual en nuestra infancia, hacía factible la reproducción en escenarios reducidos, de nuestras fantasías infantiles. Pues resulta que, inclusive esa capacidad de retrotraer experiencias reales para reproducirlas a manera de cuentos, también se quedó entrelazada firmemente en el pasado. Porque ¿quién puede soñar o fantasear cuando tenemos un clima de tanta violencia?

Dado todo esto, la nostalgia me envolvió el otro día dándome un bajón, cuando trataba de alcanzar un paquete de agua embotellada de un estante no tan alto y no pude, aunque sea, tocarlo. Entonces, de la nada, apareció un joven que, amablemente me cuestiona si le permitía ayudarme. No era mucho más alto que yo, pero tenía la elasticidad de la juventud y la conciencia de que debía de auxiliar al incapacitado, sin un gran esfuerzo se paró de puntitas y agarró el agua y me la entregó. Eso que antes yo hacía -ayudar a los viejitosahora me tocó experimentarlo.

Los viejos tenemos deterioradas todas las funciones naturales de nuestro cuerpo. Nuestra respuesta a los estímulos exteriores va con pronunciadas deficiencias. Pero seguimos respondiendo a los requerimientos diarios que nos ofrece la vida. No tenemos otra opción. Dejar de maravillarnos, de sorprendernos ante lo inesperado, de reaccionar emocionados a las sorpresas de la naturaleza o de amar a nuestros seres queridos, no es una alternativa. Tenemos que ser humildes y disfrutar de lo que nos queda. Ya estuvimos en lo más alto de nuestras capacidades, lo que sigue es que vivamos plenamente y seamos coherentes con nuestra forma de pensar y de ver la vida. Si crees en Dios, estás bien, si eres ateo, también estás bien. Ahora más que nunca debes ser tú. ¡Dejemos que la nostalgia nos inunde! Vale.

* El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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