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Morena recicla a la clase política

El triunfo de Morena en Baja California ha significado el reciclamiento de la vieja clase política del PRI, del PAN y de otras corrientes marginales que antes se ubicaron en la izquierda.

El triunfo de Morena en Baja California ha significado el reciclamiento de la vieja clase política del PRI, del PAN y de otras corrientes marginales que antes se ubicaron en la izquierda. ¿Qué significa esto? Varias cosas, pero entre las más importantes significa que es difícil esperar que de aquí se vaya a producir un cambio de fondo o, para decirlo más precisamente, una “cuarta transformación”.

Una cosa es que Morena haya tenido que recurrir a varios cuadros políticos de otros partidos, principalmente del PRI, en el momento de su conformación y, otra muy distinta, es que tenga que gobernar con esos cuadros, como ha sido evidentemente el caso de Bonilla y de la mayoría de los alcaldes en el estado.

El caso de Bonilla y el de los alcaldes demuestra que esta clase política, por más que intente encuadrarse en una perspectiva como la que intenta representar López Obrador, sigue conservando sus viejos patrones de comportamiento y referencias que vienen del pasado, como son el autoritarismo y su absoluta falta de transparencia en el ejercicio de gobierno.

Es parte de su cultura política y de una generación que tiene los ojos puestos en el pasado, y que no van a cambiar así nada más. Todos o la gran mayoría de los conflictos que ha enfrentado el gobierno de Morena, provienen de estas visiones de una clase política que no sabe y no le interesa construir consensos, o que no se rige por reglas y principios democráticos.

Para ser un gobierno y un partido nuevo, Morena ha dejado hasta ahora una impronta arcaica que refleja que el cambio no está entre sus objetivos. Morena no ha inaugurado una nueva forma de gobernar, distinta al resto de los partidos, ni está haciendo las cosas de manera diferente a como se hicieron en el pasado.

Morena arrastra todos los viejos vicios de esa clase política que la integra. Por más que se quiera evadir esta realidad o no alcance a apreciarse ahora, es el error más grave de Morena y de López Obrador, pero también de sus seguidores al avalarlo. Porque, como dice la parábola, no se echa vino nuevo en odres viejos.

De lo viejo no puede nacer nada nuevo, como lo hemos visto durante estos dos últimos años. De Morena se espera algo nuevo, diferente, no más de lo mismo, tal y como se dijo por el obradorismo. Sin embargo, los nuevos gobiernos (y la próxima gobernadora) están cometiendo los mismos errores.

Ahí está el ejemplo de la alcaldesa de Tijuana, Monserrat Caballero, que ya se hizo acompañar de Fernando Castro Trenti y por otros políticos de la vieja guardia. Marina del Pilar, aunque intenta introducir nuevos cuadros, los puestos más importantes o estratégicos los ocupan hasta ahora personajes que representan la vieja clase política, entre ellos el mismo Catalino Zavala, que es el paradigma del reciclamiento.

Esto no es “pluralidad”, como se dice, sino una falsa pluralidad que oculta perfectamente que es la misma clase política de los partidos que gobernaron antes los que están, de nuevo, llegando a los gobiernos, disfrazados de morenistas.

Hasta ahora la integración de los gabinetes de gobierno no refleja una propuesta de cambio, o mejor aún, una nueva relación de poder en la que los sectores y los grupos desprotegidos estén representados. Es la misma clase política cuyas relaciones de poder siguen conservando aunque en condiciones distintas.

Por lo mismo, lo que se ve es una Morena “conservadora”, ligada a los viejos núcleos de poder en la entidad, que sabe cómo manipular y usar a la población en condiciones de pobreza y cómo mantenerla como una reserva electoral, como antes lo hicieron los viejos partidos.

Los partidos como el PRI y el PAN están de plácemes con esta nueva situación porque, aun estando en condiciones de derrota y con posiciones marginales, pueden hacer una especie de “co-gobierno” con Morena, aunque formalmente aparezcan como partidos de la oposición.

En este sentido, la fórmula de Morena es “maravillosa”: integra a priistas, panistas, ex perredistas en un solo partido y, a través de estas nuevas siglas, gobierna sin que necesariamente los demás partidos desaparezcan. Es decir, los partidos no cambian, sólo se transforman.

Es obvio que no estamos frente a un cambio, por más que López Obrador repita una y otra vez que este es un cambio, un cambio de régimen, de modelo de país, de cultura política, con más democracia y menos desigualdad social. No, lo que se está dando es otra cosa… de la que escribiré después.

*El autor es analista político

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