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Los prianistas de Morena

Una parte central del discurso de Andrés Manuel López Obrador contra los partidos de oposición y en general contra todas las voces que se oponen a su gobierno, es la calificación de “prianistas”, con lo cual se refiere a dos partidos principalmente: el PAN y el PRI, pero es un saco en el que caben todos.

Una parte central del discurso de Andrés Manuel López Obrador contra los partidos de oposición y en general contra todas las voces que se oponen a su gobierno, es la calificación de “prianistas”, con lo cual se refiere a dos partidos principalmente: el PAN y el PRI, pero es un saco en el que caben todos.

La pretensión de este discurso es lograr dos cosas: 1) subrayar por un lado que ambos partidos, no obstante sus diferencias ideológicas, se aliaron desde hace tiempo no sólo para acceder al poder o mantenerse en él, sino también para preservar sus privilegios o cubrirse las espaldas en su función de gobierno, pero en realidad no hay diferencias entre ellos.

2) La segunda, quizás más importante que la anterior, es ocultar ante la población y en general ante los medios de comunicación que el verdadero “Pri-An” está dentro de Morena o es realmente Morena. Empezando por el mismo López Obrador, que militó y perteneció al PRI en sus primeras etapas de actividad política. Después militó en el PRD que se conformó con desprendimientos del PRI (Cárdenas y Muñoz Ledo, entre otros), y con algunas corrientes de la izquierda.

Morena no es el PRI, obviamente, pero el nuevo partido está infestado de priistas que AMLO fue atrayendo o se fueron incorporando después de haber ganado la presidencia. Su gabinete de gobierno está atestado de priistas que ocupan los principales puestos, mientras que en los gobiernos estatales y municipales ocurre lo mismo. Es el priismo el que gobierna a través de las siglas de Morena.

Pero también se han incorporado a Morena muchos panistas, principalmente a nivel estatal y municipal. La mayoría son individuos que fueron siendo desplazados del partido blanquiazul y encontraron en Morena un refugio, o más bien, una plataforma para seguir ocupando puestos en el gobierno. No cambiaron de visión político, sino que se hicieron traficantes de plazas laborales.

Un ejemplo notable de esto último es el caso de Baja California, en donde la gobernadora del estado Marina del Pilar Ávila y su esposo, que gobierna junto a ella, vienen del PAN, y que ahora le están abriendo la puerta del gobierno a la militancia blanquiazul. Todo bajo el silencio o la connivencia del morenismo compuesto de priistas, con excepción de los bonillistas.

Entonces, es cierto, hay un prianismo fuera de Morena, pero también hay otro dentro del nuevo partido y de sus gobiernos. Es como un caballo de Troya que, callada y silenciosamente, se va ocultando en el caparazón de Morena, dominado por priistas.

Quizás no podría ser de otra manera, pues el PRI y el PAN son los dos partidos históricos más grandes del país y los que han formado, querámoslo o no, a la clase política mexicana, incluso a una buena parte de los que dicen venir de la izquierda, ahora muy diezmada o trasfigurada.

Aquí la pregunta fundamental es esta: ¿Cuál es la ideología de Morena? ¿Es prianista o sólo priista con matices populistas y nacionalista? El discurso de AMLO ha logrado esconder todo esto al hablar de la Cuarta Transformación, Proyecto de Nación, Primero los Pobres, Democracia del pueblo, etcétera. Pero, ¿todo esto hace una nueva ideología o es simplemente el viejo priismo reciclado?

¿Cómo gobernar desde ahí? ¿Cómo lograr cambios que trasciendan la retórica y las dádivas ofrecidas a los más pobres? O más aún: ¿Cómo hacer un cambio si los actores principales, es decir los que están ahora en el gobierno, son priistas y panistas que vienen del viejo régimen político?

Los grandes cambios se gestan en general por actores políticos y sociales que tienen un proyecto de cambio, no por actores que, históricamente, se han opuesto a los cambios.

El cambio propuesto por AMLO, y al que trata de servir su partido, es en contra del prianismo que está fuera de Morena; contra la clase política y empresarial que, desde su visión, le cerró el paso en su lucha política y se apoderó de todos los controles del país.

Lo que López Obrador intenta hacer ahora desde el poder es doblegar a esos partidos, desarticularlos, arrinconarlos, sacarlos de la escena política, mientras por otro lado acoge y protege al prianismo que está detrás de Morena.

AMLO no quiere que nazca un nuevo partido, revolucionario o de izquierda, sino un nuevo priismo que recoja las banderas históricas de ese partido, las de Cárdenas y las de un modelo económico que cobró auge en los años sesenta del siglo pasado.

Quiere un cambio añorando lo viejo, aunque para ello tenga que revivir el prianismo.

* El autor es analista político

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