Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Los partidos de oposición en crisis

Una característica del gobierno de López Obrador es que ha operado sin tener al frente partidos de oposición que jueguen el papel de contrapeso, algo muy parecido al mismo fenómeno que prevaleció durante la prolongada hegemonía priista.

Una característica del gobierno de López Obrador es que ha operado sin tener al frente partidos de oposición que jueguen el papel de contrapeso, algo muy parecido al mismo fenómeno que prevaleció durante la prolongada hegemonía priista. En ese entonces, como se sabe, casi todos los partidos estaban alineados al gobierno y al partido dominante.

Ahora estamos presenciando un caso similar, aunque por otras razones. Los partidos de oposición como el PAN, el PRI y el PRD (incluyendo a MC, que difícilmente se puede considerar de oposición), quedaron prácticamente en ruinas después de la elección presidencial de 2018. En la elección intermedia de 2021 lograron recuperar algunos espacios en el poder legislativo, pero han perdido gubernaturas de manera acelerada.

Para poner un ejemplo gráfico, entre 2017 y 2022 los partidos de oposición han perdido 24 gubernaturas. De tener 32 gobiernos en 2017, el PRI y el PAN tienen ahora sólo 8 entidades. En tan sólo 5 años el mapa político cambió radicalmente y hoy Morena gobierna en 20 estados, el PAN en 5, el PRI en 3, MC en 2 y PVEM y PES en uno, respectivamente.

La derrota electoral de 2018 significó un golpe mortal para partidos como el PAN, el PRI y el PRD, que ya traían muchos problemas desde tiempo atrás. Lo que ha pasado después de 2018 ha sido, simplemente, que su proceso de descomposición se ha acentuado hasta llegar a su situación actual, tornando más difícil su perspectiva hacia la elección de 2024.

Esto confirma y refuerza algo muy importante: un partido político no puede salir de su condición de derrota, es decir recomponerse, si no se plantea las causas de fondo de su pérdida, así como sus errores y políticas adoptadas. Que es lo que ha sucedido con la mayoría de los partidos opositores en México.

Un ejemplo de esto, aunque no el único pero sí representativo, es que después de su derrota los partidos como el PAN y el PRI hicieron cambios en sus dirigencias nacionales con personajes que no tienen las características y las habilidades para un proceso de cambio al interior de sus partidos.

Es el caso de Alejandro Moreno (Alito) en el PRI, de Marko Cortés en el PAN y de los “Chuchos” en el PRD, que en lugar de sortear la crisis política, la han profundizado.

¿Cómo explicar esta situación? Los partidos aducen otras razones pero en realidad estos mismos dirigentes son una expresión de la profundidad de la crisis política e ideológica que experimentaron antes de su derrota electoral de 2018.

La crisis del PRI, por ejemplo, inició a partir del 2000 cuando perdió por primera vez la presidencia, entrando en una espiral de acelerado deterioro. Retornó en 2012 con Peña Nieto pero fue tan desastrosa su gestión que sólo sirvió para abonarle el camino a Morena y el apoteótico triunfo de AMLO.

El triunfo de Morena afectó la identidad del PRI porque le roba el sustrato nacionalista y populista del viejo priismo, a tal grado que para un priista común no hay mucha diferencia estar en el PRI o en Morena. Hoy Morena hace prescindible al viejo PRI, profundizando su debilitamiento.

En el caso del PAN, que hoy vive quizás una de sus crisis más hondas, su problema es que no sabe reconocer que fracasó como partido de la derecha en México. El PAN luchó por el poder, lo obtuvo, pero en un dos por tres lo tiró todo por la borda, dejando ver que su proyecto original no tenía ninguna consistencia y sus gobiernos, el de Fox y el de Calderón, no pudieron desmantelar las viejas estructuras del régimen y se allanaron a ellas alegremente.

Lo mismo pasó con casi todos sus gobiernos locales (con algunas excepciones), cosechando uno de los mayores desprestigios políticos, lo que ahora es su principal obstáculo que impide que tanto la derecha panista como el priismo autoritario y rancio, puedan recomponerse y hacer frente a los gobiernos populistas de Morena.

La situación es muy grave porque un vacío de esta naturaleza le abre el camino a la consolidación de la hegemonía de Morena y de sus gobiernos populistas e ineficaces. Pero lo es también porque si los partidos de oposición no hacen un esfuerzo por entender la raíz de su crisis, difícilmente van a poder competir en la elección presidencial de 2024.

Lo real es que en México necesitamos nuevos partidos de oposición, no los viejos partidos con sus fachadas renovadas, pero planteando lo mismo, como si de lo que se tratara nada más es de adecuarse a los nuevos tiempos.

Morena ha resultado un nuevo partido decepcionante, que agrupa al viejo priismo y a la vieja izquierda, pero el PAN sigue representando, igual, a una derecha confesional y antidemocrática. Ninguno representa un cambio. Es, quizás, parte de la crisis.

* El autor es analista político

En esta nota