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Los gobiernos de Morena en BC

A tres meses de haber asumido el gobierno estatal, las alcaldías de los cinco municipios y el congreso local, los gobiernos de Morena en Baja California no han introducido un cambio significativo que permita decir que hay un “antes y un después” de los gobiernos panistas. Por el contrario, pareciera que lo que tenemos es una simple continuidad del gobierno anterior, con algunos pequeños agregados.

A tres meses de haber asumido el gobierno estatal, las alcaldías de los cinco municipios y el congreso local, los gobiernos de Morena en Baja California no han introducido un cambio significativo que permita decir que hay un “antes y un después” de los gobiernos panistas. Por el contrario, pareciera que lo que tenemos es una simple continuidad del gobierno anterior, con algunos pequeños agregados.

Obviamente, no se esperaría que hubiera cambios radicales en cuanto al abatimiento de algunos problemas, pero sí cuanto a las formas de gobernar o de hacer las cosas, cambios en cuanto a la forma de plantearse los problemas o en cuanto a los proyectos y la construcción de una nueva gobernabilidad. Es en este ámbito donde pueden hacerse cambios desde el primer día cuando realmente llega un gobierno distinto.

Pero esto no ha sucedido. El de Morena aparece como un gobierno disperso, descoordinado, sin ruta a seguir, con conflictos o pugnas internas, sin metas o proyectos claros, salvo esa generalidad que se conoce como la “Cuarta Transformación” y que se reduce realmente a un planteamiento político-ideológico de Andrés Manuel López Obrador. Pero fuera de ahí no hay nada en Morena.

Desde mi punto de vista, la explicación de esta situación se debe a varios factores que va a ser difícil poder resolver. Empiezo por uno que es el detonante de muchos otros: la estructura de Morena en BC, que se integró desde un principio por personajes y grupos que provenían del viejo PRI, así como por algunos panistas y otros políticos que fueron agregados al núcleo principal que se apoderó de Morena.

Este grupo que funda Morena, liderado por el ex gobernador Xicoténcatl Leyva Mortera y Jaime Bonilla, no gana la elección por su prestigio político o porque realmente fuera una alternativa frente a los gobiernos panistas, sino que gana por la fuerza que se deriva del movimiento encabezado por López Obrador. La gente vota por AMLO, pero no necesariamente vota por los que ahora están en los gobiernos locales.

Por eso, ante los ojos de muchos ciudadanos y electores, la llegada de Morena al gobierno no produce mucho entusiasmo y tiende a generar una contradicción que paraliza a sus gobiernos locales: se apoya o se simpatiza con AMLO, pero no con los que encabezan los gobiernos o el congreso en BC.

Esta ambivalencia se ha profundizado por los enormes errores cometidos por este núcleo que dirige Morena en BC. Primero al intentar alargar el periodo de gobierno a cinco años, originando un litigio político y legal que sólo le ha acarreado pérdida de legitimidad al bonillismo. Segundo, el vergonzoso caso de los “moches” entre algunos funcionarios de gobierno de primer nivel, confirmando que la corrupción está dentro de las filas de Morena y de ese núcleo fundador.

Y tercero, está el caso terrible de una mayoría de diputados morenistas que aprueban sin previo análisis el aumento y la creación de nuevos impuestos, una iniciativa presentada por el gobernador. El congreso local merece un análisis aparte, pero no han entendido que, en lugar de hacer una ruptura con las anteriores legislaturas panistas, lo que hacen los diputados de Morena es heredar el desprestigio de ellos y continuar por la misma ruta de sometimiento al poder ejecutivo.

Es decir, en tan sólo tres meses la imagen de los gobiernos locales de Morena está más despostillada que nunca, con un congreso que hace trampa desde que llegó, organizando consultas chafas para ampliar el mandato de gobierno, y ahora aprobando impuestos sin análisis previos; con alcaldías desestabilizadas por los conflictos internos, con funcionarios que reciben “moches” y con instancias de fiscalización sin autonomía o sin capacidad de sanciones reales.

El origen de todo esto está, como decía líneas atrás, en la estructura de Morena y en sus características no como partido sino de esta amalgama de grupos y personajes que se subieron en la locomotora que significó el movimiento de López Obrador. No son un grupo cohesionado por una ideología o por un credo político, como sucede con los partidos (por lo menos teóricamente), sino que lo único que los une son algunos intereses.

Esto significa que no hay un liderazgo político en Morena de BC, un grupo que esté enarbolando un proyecto político con ingredientes o propuestas nuevas, con enfoques distintos al PRI o al PAN, con una nueva manera de representación política y de inclusión de los ciudadanos, no de control y de manipulación como lo están haciendo, sino desde el punto de vista democrático.

Sin todo esto no puede haber un “nuevo gobierno”, sino una simple reproducción de las viejas prácticas y enfoques que ya fracasaron con los partidos que los han antecedido. Morena debe entender que el cambio empieza o se origina en el plano de las ideas y en los proyectos de gobierno. Y eso no puede existir si Morena va a ser una síntesis de los dos partidos anteriores.

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