Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Los empresarios sin poder

Si hay un sector económico y político que perdió el poder en Baja California con el triunfo de Morena, es el de los empresarios.

Si hay un sector económico y político que perdió el poder en Baja California con el triunfo de Morena, es el de los empresarios. Los empresarios fueron prácticamente los que gobernaron durante las tres décadas pasadas, ya sea a través del PAN, al que colonizaron internamente, o bien por medio de sus organismos como la Coparmex y el Consejo Coordinador Empresarial, entre otros.

El PAN de los ochenta en adelante fue un partido eminentemente pro empresarial, aunque tuvo siempre otras vertientes ideológicas minoritarias. Después de 1989, es decir después de ganar la gubernatura, el panismo gobernante fue el que surgió de las filas empresariales, al que se le conoció como “neopanismo” para diferenciarlo de los fundadores y sus viejos militantes.

No es casual que bajo los gobiernos panistas la visión empresarial haya permeado toda la administración pública, así como su orientación y sus principales políticas. Los empresarios dieron mayor importancia a la tecnificación del aparato de gobierno con el afán de modernizarlo, pero en ese proceso hicieron a un lado la actividad política. Su consigna siempre fue “mucha administración y poca política”.

A la par de lo anterior también introdujeron otras ideas como la de hacer gobiernos eficientes, más productivos, honestos y transparentes, proveedores de mejores servicios públicos, siguiendo la lógica de las empresas. En algunas campos lograron algo, pero en otras no, como en el manejo transparente de los recursos y la honestidad de los funcionarios.

El problema surgió cuando estos empresarios en el gobierno (desde el nivel de la gubernatura hasta las presidencias municipales, los diputados, los regidores, los dirigentes del partido, etcétera), empezaron a utilizar el espacio del gobierno para promover o impulsar negocios personales o de grupo, utilizando su posición o el acceso a información privilegiada.

Hay cientos de ejemplos de funcionarios que amasaron fortunas al amparo del gobierno, o construyeron redes para hacerse proveedor de bienes y servicios de los gobiernos, despachos de consultoría para el gobierno, contratos por debajo del agua a los amigos y compadres, etcétera.

Varios de estos funcionarios de los gobiernos panistas se hicieron inversionistas o nuevos empresarios en actividades como el transporte público, el mercado inmobiliario, obras de infraestructura y muchos otros. Públicamente regían los ideales del PAN, pero en la práctica dominaba la codicia y la búsqueda de hacer fortunas particulares.

El gobernador Kiko Vega es el ejemplo más prominente de esta forma de gobernar, pero obviamente no se limita a él. La encontramos en todos lados como un elemento clarísimo en el que se fraguó la derrota del panismo y su descomposición. Los empresarios que se encumbraron no tenían una visión o un proyecto de gobierno en donde el cambio incluyera a todos los grupos de la sociedad.

Abatidos por su derrota, el panismo y los empresarios todavía no han podido entender sus causas principales, pensando que simplemente se cometieron errores tácticos o estratégicos, o se equivocaron de candidatos, cuando en realidad lo que ha sucedido es que dejaron de ser vistos como una alternativa después de haber sido apoyados pasivamente por treinta años. Es decir, su derrota no es coyuntural, sino más profunda.

Con el gobierno de Bonilla, los empresarios (y el PAN) han sido su principal blanco de ataques no sólo verbales o políticos sino también a través de nuevas cargas fiscales, amenazas y supuestos cobros por deudas por servicios como el agua potable. La línea de Bonilla y de Morena es sacar a los empresarios del poder y despojarlos de su influencia en los gobiernos.

El fenómeno es inédito en BC, en donde los empresarios han sido históricamente el sector dominante y más influyente, incluso cuando gobernaba el PRI. Es un cambio “engañoso”, que hace aparecer que ahora el poder reside en otros grupos, cuando en realidad el poder está siendo controlado y regulado por un reducido grupo que a su vez controla a Morena.

Este nuevo grupo de poder controla todo el aparato de gobierno, tiene la gubernatura, las presidencias municipales, controla y domina el poder legislativo y el judicial, controla y regula a la mayoría de los medios de comunicación, es decir, es un gobierno sin contrapesos, con partidos debilitados y una sociedad civil ausente.

Con Marina del Pilar no va a cambiar esta tendencia, por lo menos hasta 2024, porque no se trata de una perspectiva personal sino del proyecto de Morena, que cada vez se parece más a la estructura del viejo régimen. Es paradójico.

*El autor es analista político.

En esta nota