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Los cambios

A partir del crecimiento de la delincuencia y de la socialización de los delitos de alto impacto, nuestras conductas han sufrido cambios importantes.

A partir del crecimiento de la delincuencia y de la socialización de los delitos de alto impacto, nuestras conductas han sufrido cambios importantes. Desde mediados del siglo pasado cuando las ciudades iniciaron un crecimiento significativo, producto de la movilización de las personas de manera individual o por familias completas, las conductas también fueron modificándose de manera sustantiva. Quienes vivieron durante años en zonas de escasa población, como rancherías o pueblos chicos, sufrieron una transformación continua, al cambiar sus lugares de origen por una zona en franco crecimiento. Las posibilidades de tener acceso a la educación, por ejemplo, les abrió el horizonte de manera tan contundente, que sus expectativas de poder salir de la pobreza les dio la fuerza y la capacidad para superarse e ir escalando socialmente. Esta es la parte positiva del crecimiento de las ciudades.

Con el incremento exponencial de la población y de la economía familiar, también surgieron los cambios de las conductas de los individuos. La posibilidad de tener acceso a la radio y la televisión trajo aparejadas las modas y el interés por allegarse recursos económicos. Las clases económicamente medias y altas, con capacidad para adquirir lo más nuevo en las modas, los mostró como sujetos de altos ingresos que fueron poco a poco siendo objeto de delitos nuevos, como los secuestros. Esto los obligó a ser más controlados y a ir evitando los lujos excesivos. La burguesía fue obligada a sobreprotegerse y a permanecer en sus zonas de confort.

Sin embargo, la dinámica de las sociedades por mantenerse a la moda, especialmente hablando de la forma de vestir,

convirtió a las personas en sujetos acostumbrados a mostrar alta autoestima, utilizando los abrazos, los besos en las mejillas y los saludos excesivos de manos, para demostrar simpatías y ampliar sus círculos de amistades. Lo que parecía que nunca tendría fin, fue dramáticamente decapitado, cuando apareció en nuestro horizonte cotidiano la pandemia del Covid 19. De un día para otro todos fuimos sospechosos de portar este fatal virus, y quienes exageraban el recibimiento a sus amistades, repentínamente reprimieron todas sus ceremonias de saludo, por escuetas manifestaciones amistosas. Un cambio radical que se conservará durante muchos decenios, por el miedo que acarreamos con nosotros.

La última manifestación de esos cambios en nuestra conducta, es la tendencia hacia el cleansing reduction, o el dejar de bañarse con el fin de evitar el uso exagerado del agua, cuya tendencia es hacia la escasez. La idea central es que no es necesario bañarse todos los días, y que el uso exagerado del jabón y los shampoos debe evitarse. Dicen quienes se han acogido a esta nueva tendencia, que solo debe uno lavarse ciertas partes del cuerpo, como los pies y las axilas, aunque otros agregan las zonas de las partes íntimas. Posiblemente los radicales les llamarán cochinos, pero dadas las tendencias actuales, tal vez deberían ser llamados ambientalistas.

Sea cual fuere la situación, yo me descarto como candidato a ser secuestrado, pues carezco de recursos económicos; nadie me extrañó por no besar pues suelo no hacerlo con cualquiera, y respecto a no bañarme, allí me niego radicalmente a no hacerlo. Si soy inseguro por naturaleza, tener la seguridad de que apesto a sudor me provocaría espasmos y taquicardias. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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