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Las tareas son el ancla de la educación

Te invito a recordar las innumerables ocasiones en que hiciste maquetas de dinosaurios o sobre el sistema solar.

Te invito a recordar las innumerables ocasiones en que hiciste maquetas de dinosaurios o sobre el sistema solar; investigaciones sobre personajes históricos que tenías que entregar a mano; resúmenes de libros aburridos que sólo le gustaban a tu profesor o los cientos ejercicios sobre el teorema de Pitágoras, que te quitaron tres días de sueño. Recuerda esas miles de horas, que ahora de adulto te sirven para nada… Así es, para absolutamente nada.

Podrán alegar que las tareas que se llevan a casa, fomentan la disciplina, la responsabilidad, reafirman lo aprendido en clase, pero la realidad demuestra otra cosa. ¿Recuerdas en qué año, por qué causa o en qué lugar murió Napoleón? ¿Quién fue o qué hizo el Padre Kino? ¿Podrías explicar la criba de Eratóstenes? Ya sea que hayas respondido a todas estas preguntas o a ninguna de ellas, te aseguro que alguna vez te las dejaron de tarea.

Sólo aquellas tareas dedicadas a perfeccionar un tipo de virtud artística como la pintura o la música y definitivamente las que requieren destreza manual como la requerida por los dentistas y muchos otros profesionales más en el área médica o cosmética (sólo por dar algunos ejemplos), justifican de manera lógica, la práctica repetitiva fuera de las aulas. Pero las investigaciones, resúmenes y ejercicios matemáticos, definitivamente no. Una vez que has aprendido a despejar variables en una ecuación, en ese preciso momento en que te llegó la iluminación, para entender por qué al sumar o multiplicar de un lado, se tiene que restar o dividir del otro lado del símbolo de “igual”, entonces ya no necesitas hacer mil ejercicios más. Una vez descifrado, lo entendiste y ya.

Todos recordamos alguna época en donde al salir de clases, sólo comíamos y empezábamos a hacer tareas hasta la madrugada, para mal dormir unas horas y regresar a la escuela a la siguiente mañana. E insisto… ¿para qué? Creo que habrían sido más productivas para nuestras vidas, si esas horas las hubiésemos invertido, no lo sé… Quizá practicando algún deporte, aprendiendo a tocar el piano o simplemente conviviendo más horas con nuestros abuelos que ya partieron. Es más, simplemente jugando juegos de mesa con la familia, para fortalecer la comunicación o convivencia entre padres y hermanos, para así sembrar recuerdos, que nos acompañarán hasta que estemos viejos. ¡Eso sí habría sido productivo! Ya no más tareas inútiles por favor y menos para nuestros niños, pues en mi opinión y experiencia, las tareas son sólo anclas educativas, que arrebatan valioso tiempo a nuestras vidas.

 *El autor es graduado de la licenciatura en Derecho de la UABC, escritor y conductor de radio.

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