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La selva electoral

Por su dimensión en términos de cargos y por el número de actores políticos que estarán participando, el proceso electoral de 2021 se asemeja más a una tupida selva en la que el ciudadano tendrá que abrirse paso con enormes dificultades.

Por su dimensión en términos de cargos y por el número de actores políticos que estarán participando, el proceso electoral de 2021 se asemeja más a una tupida selva en la que el ciudadano tendrá que abrirse paso con enormes dificultades.

Un recuento simple nos indica que habrá elecciones “concurrentes” en 15 estados, esto es, que ahí habrá elecciones para elegir gobernador, ayuntamientos y diputados locales, pero también elegirán diputados federales, como será el caso de Baja California.

Aquí, además de gobernador, se elegirán cinco alcaldías, 17 diputados de mayoría relativa y 8 diputados federales. Pero, lo más notable, habrá 11 partidos políticos participando. Tres de ellos forman la alianza Morena-PT-PVEM, otros tres conforman la alianza: PAN-PRI-PRD; y por otra parte están el MC, el PBC y tres partidos nuevos: el Partido Encuentro Solidario (PES), Fuerza Social por México y Redes Sociales Progresistas (RDP).

Esto quiere decir que habrá, por lo menos, 7 candidatos a gobernador, 35 candidatos a las alcaldías (cinco por partido), 119 candidatos a diputados locales y 56 a diputados federales, haciendo un total en el estado de 217 candidatos a los diferentes puestos en juego. Sin considerar que pueden agregarse candidatos independientes. Un mar de candidatos.

¿Cuáles serán las consecuencias de este mundo de candidatos y partidos participando en esta elección? La primera de ellas es que el voto tenderá a dispersarse, restándole electores a aquellos partidos que tengan alguna posibilidad de competir con el partido en el gobierno.

La segunda es que entre más se disperse el voto entre muchos partidos, que lucharán hasta la muerte para conseguir por lo menos el 3% de la votación, más se favorece a Morena que es el partido en el gobierno. Es decir, la dispersión de los votantes evita que se concentren en un solo polo opositor a Morena.

Y, aunque suena paradójico, un número tan alto de partidos participando no alienta la participación de los ciudadanos, por lo que el abstencionismo podría mantenerse igual o sufrir una relativa disminución, pero no se abatirá la evasión electoral. La razón es simple: entre más opciones electorales haya, más problemático se vuelve para el ciudadano común elegir una de ellas. No al revés, como se cree.

Una razón más es que esta nueva situación agudiza el fenómeno de la falta de “diferenciación” de los partidos políticos, haciendo más confuso todavía el panorama. Aumenta el número de partidos, y se agregan tres nuevos, pero ¿cuál es la diferencia con respecto a los más antiguos? ¿No será que no hay casi ninguna diferencia política, ideológica o de proyectos de gobierno entre ellos?

Toda esta situación va conducir a lo mismo de siempre: que las tendencias electorales se concentren en dos o posiblemente en tres opciones políticas. Una será la opción que representa Morena, avalada todavía por la imagen del presidente López Obrador, aunque no necesariamente por sus resultados como gobierno. La segunda será, probablemente, la que representa la alianza de PAN-PRI-PRD que todavía no elige candidato (a) a gobernador.

Y la tercera puede ser la de Hank Rhon, que va a aglutinar a los antiguos y nuevos electores del PRI, a los simpatizantes y favorecidos de sus actividades filantrópicas, a los descontentos de Morena y otros del PAN que se ha estado dividiendo aún más, pero sobre todo a un núcleo de los empresarios locales.

Estas van a ser las tres principales fuerzas que se van a disputar la gubernatura en la próxima elección, aunque a nivel de las alcaldías las cosas pueden ser diferentes, donde la alianza puede ganar posiciones pero también algunos candidatos independientes pueden dar sorpresas, como en Playas de Rosarito o en Ensenada.

Es evidente que en esta elección hay todavía un gran malestar contra los viejos partidos y en contra de la vieja clase política, pero no hay alternativas con suficiente fuerza para ganar. Los independientes tienen muchos obstáculos que vencer y los candidatos “ciudadanos” todavía no cuentan con suficiente capital político para una batalla como esta. La indiferencia de la gente cuenta mucho en todo esto.

Finalmente, estamos inmersos en un sistema electoral demasiado perverso que da entrada a muchos partidos políticos que tienen como único fin acceder a los jugosos presupuestos que se les otorga, pero en el fondo no constituyen nuevas opciones políticas ni son diferentes a las que ya existen.

Esto no es sinónimo de una democracia fuerte y sólida, sino más bien es una expresión de que la política y lo electoral se tornó un negocio.

*El autor es analista político.

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