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La paja en el ojo ajeno en la 4T

Una fiesta de boda es, por naturaleza, un gasto innecesario y podría decir que hasta ostentoso.

Una fiesta de boda es, por naturaleza, un gasto innecesario y podría decir que hasta ostentoso. Pero que, en la medida de tus ingresos y la posibilidad de conseguir el dinero, hay celebraciones que generalmente sobrepasan tus posibilidades reales.

Así es y así será porque el estatus y/o tu aspiración te llevan a celebrar por todo lo alto, puedas o no (obvio cada quien en su nivel social). Hace muchos años, por mi negocio de eventos sociales y empresariales, le pregunté a un sacerdote católico que si debería poner o no poner a ciertas madrinas en un cortejo o si podría incorporar una participación mas en la misa y su respuesta me dejó helado: “yo solo necesito a los contrayentes y un testigo. Lo demás son adornos (inventados)”.

Traigo el tema a colación por el escándalo suscitado por la fiesta organizada por Carla Humphrey y Santiago Nieto que terminó en el despido de este ultimo como fiscal anti lavado de dinero en México. (Y bueno, recordé también la boda a todo lujo de Cesar Yañez, otro colaborador del Presidente que terminó defenestrado). Ni Carla, ni Santiago y para el caso, ni César, hicieron algo diferente a lo que cualquier otra pareja quiere en su boda: gastar hasta donde les sea posible y presumir su amor ante sus amistades cercanas. Pero no, el juicio implacable del Presidente fue que “no permitiría excesos” (claro que no cuenta que él mismo viva a todo lujo en un Palacio).

Tanto la Consejera electoral Humphrey como el exfuncionario Nieto tienen muy bien soportado legalmente su patrimonio en el portal de transparencia gubernamental por lo que, con su dinero, podían perfectamente darse “el lujo” de celebrar una boda de destino en un lugar hermoso y, faltaba mas, invitar a quien quisieran. Pero no, aquí todo es magnificado a niveles inconcebibles que rayan en la ridiculez. Mientras los hijos del Presidente se pasean en aviones privados y asisten a la carísima F1 (espero que con su dinero), un funcionario eficiente (de los poquísimos de este sexenio) no “debe” pagarse con sus recursos una boda a su gusto. Luego está el tema de los “polémicos” asistentes: solo en la secundaria les “dejabas de hablar” a los “enemigos” de tus amigos. Ya estamos grandecitos para que cada quien determine con quien se junte y los motivos que tenga para hacerlo.

Me parece que se ha cometido un exceso que no debemos tolerar porque, en una clara invasión a la vida privada, se tomaron decisiones que no deberían afectar el desempeño profesional. Tu vida privada es eso, privada. Estos juicios sumarios es una locura que debe parar, uno, por la doble moral con la que se juzga a unos si y a otros no y dos, porque aspirar a tener una vida mejor según tu nivel de ingresos no debe ser una limitante para ejercer bien tu trabajo. Mal hacen todos aquellos que aplauden en público estos comportamientos de su líder porque nadie estamos exentos, haciendo como que no vemos, que un día nos toque que nos juzguen por ejercer nuestras libertades y derechos elementales. Se equivoca el Presidente al establecer un faro moral que dista mucho de ejercerlo con su familia porque la naturaleza humana quiere su progreso. Le guste o no.

* El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.

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