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La muerte superó a la política

Desde hace años no dejan de publicar diarios de todo el país los homicidios dolosos que van engrosando las estadísticas de la violencia, aunque la autoridad insiste en que estas cifras van a la baja.

Desde hace años no dejan de publicar diarios de todo el país los homicidios dolosos que van engrosando las estadísticas de la violencia, aunque la autoridad insiste en que estas cifras van a la baja.

Baja California ha estado peleando los primeros lugares en cuanto a muertes violentas, Tijuana sigue siendo la ciudad con más homicidios de hombres, mujeres y niños. Pasan gobernadores, alcaldes y hasta presidentes de la República que anuncian con bombo y platillo que implementarán operativos con la participación de los tres niveles de gobierno, pasa el tiempo y no pasa nada.

Campañas van y vienen encabezadas por hombres y mujeres que prometen y prometen pero que nunca cumplen, que si azules, que si tricolores, que si guindas, todos prometen, pero la realidad rebasa cualquier discurso florido.

Los jóvenes están viviendo una época de criminalidad sin freno, unos son atraídos por el narco, poseer dinero, dólares, para comprar un pick up de lujo, traer ropa nueva, tenis de marca y por supuesto diferentes calibres de armas. Muchos ven a los capos del narco como héroes, son su ideal de vida y profesión. Una gran parte morirá en el intento, otros más quedarán recluidos un algún penal, otros serán buscados por sus familiares por años sin encontrarlos.

Los que no se unen al crimen organizado consiguen un empleo, con un salario de miedo, pero surge la intención de ganar más y más rápido, estos jóvenes pueden caer también en la tentación de unirse al crimen organizado. Otros seguirán en su chamba segura en la que les pagan el Seguro Social, Infonavit, reciben bonos, reparto de utilidades, algunos, aguinaldo y tal vez la oportunidad de subir de puesto.

Hay muchachos y muchachas que terminan una carrera profesional y se integran al sector productivo, pero también surgen los nuevos empresarios innovadores, aspiracionistas como los califica Andrés Manuel López Obrador. Les va bien, crecen y de repente son visitados por maleantes que pretenden cobrarles una cuota por no hacerles daño, cobro de piso, sin que esos políticos convertidos en gobernantes puedan hacer nada, saben que existe pero no hacen nada, incluso los y las funcionarias dicen que no tienen denuncias, lo he escuchado por años de gobernadores, alcaldes, procuradores y fiscales ahora, saben que en estas personas acosadas los cubre una amenaza de muerte si delatan. Hay otros peores que viendo las cifras de muertos, robos y extorsiones, se atrevieron a decir que en Baja California había paz y hasta lo presumió ante el presidente López Obrador.

Mexicali era uno de los municipios en los que existía una paz y seguridad, hace años claro, ahora no es lo mismo. La alcaldesa Norma Bustamante reconoció la presencia de grupos criminales en Mexicali y su Valle, pero la policía no tiene patrullas, no tiene radios de comunicación, bueno ni elementos para combatir el crimen. Inauguraron un cuartel de la Guardia Nacional, muy bien, pero es más importante que estén en la calle deteniendo delincuentes no en el cuartel. Lo mismo pasa con Monserrat Caballero, alcaldesa de Tijuana, donde se registran más homicidios y donde la Guardia Nacional tiene dos cuarteles sin que el número de muertes se reduzca, aunque extrañe al ex gobernador. Alguien tiene que dar el primer paso para disminuir la delincuencia en Baja California y volver a las épocas pasadas cuando no había rejas en las casas ni muertes a diario, porque hoy la muerte superó a la política.

*El autor es periodista independiente

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