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La lucha contra la corrupción

En los escenarios gubernamentales federal, estatal y municipal, se está librando una supuesta lucha contra la corrupción, que tiene dos escenarios: el primero en el sentido declarativo y el segundo, que es el real y operativo, premiando a los delincuentes gubernamentales o promoviéndolos, como ya lo aseveré en mi columna anterior.

En los escenarios gubernamentales federal, estatal y municipal, se está librando una supuesta lucha contra la corrupción, que tiene dos escenarios: el primero en el sentido declarativo y el segundo, que es el real y operativo, premiando a los delincuentes gubernamentales o promoviéndolos, como ya lo aseveré en mi columna anterior. El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no deja pasar ningún día sin hacer mención de las investigaciones contra la corrupción. Poner el ejemplo de Lozoya es algo ya cotidiano, aunque no ha tocado a Odebrecht, la empresa constructora brasileña que compró a exfuncionarios federales, para que sus proyectos fueran aprobados. ¿Cuántos personajes más están implicados y no se les pretende investigar? Lo desagradable de esta situación es, que no se ha llegado al núcleo del enorme problema que significa la libertad de maniobra, para quienes tienen el poder de negociar y/o permitir contratos ventajosos, financieramente, para los grandes capitales nacionales y extranjeros. La corrupción federal no tiene punta ni cola, está en todos los sitios de la administración.

En los planos estatal y municipal las cosas no son diferentes. En el propio organismo contra la corrupción que tenemos en Baja California, no han siquiera comenzado a operar, porque ni tienen el interés ni han logrado ponerse de acuerdo sobre sus alcances y funciones. Existen denuncias penales, demandas de juicio político, solicitudes y peticiones de investigaciones con líneas de averiguación, que no se han promovido. No obstante, los posicionamientos al respecto son constantes y pareciera que ahora sí se iniciará con vigor, pero pasan los días y solo se hace evidente la omisión.

La realidad es que la palabrería y las lisonjas que se vierten en las campañas, nunca se convierten en promesas cumplidas. De ese talante es el discurso contra la corrupción, y también lo es, la lucha contra la violencia y la delincuencia. Existen estados de la República Mexicana que están inmersos ya, en una guerra civil, con la característica distintiva de que el enemigo es el crimen organizado. Los tres niveles de gobierno deben de replantearse las estrategias de acción y reacción, y a partir de ese ejercicio, llevar a la práctica metas cumplibles como son el salvaguardar a las instituciones gubernamentales, y a la población en general.

López Obrador nos emocionó y nos llevó a las urnas, haciéndonos creer que iba a combatir al crimen organizado, para después olvidar su propuesta y enarbolar la bandera de los abrazos y no los balazos. Ahora, a estas alturas, estamos invadidos por la delincuencia y los asesinatos y ejecuciones impunes que crecen exponencialmente. Por lo cual se puede inferir con un ligero margen de error, que no será durante nuestra existencia que veamos condiciones favorables para tener una vida armónica, y con las suficientes expectativas de vivirla sin intranquilidades. La lucha contra la corrupción, la delincuencia y el crimen organizado, va de la mano de la lucha contra la indiferencia ciudadana y la impunidad. Los corruptos con los cuales nos cruzamos en las banquetas y las oficinas de gobierno nos miran desafiantes, sabiendo que cuentan con el apoyo de quienes deberían estarlos investigando, porque forman parte del mismo cuerpo corrupto que nos está diezmando. Contra esto debemos oponernos vigorosamente. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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