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La frontera, esa realidad, ese espectáculo

Cuando se habla de dramaturgos fronterizos en la actualidad se piensa, de inmediato, en autores que aparecieron en el último cuarto del silgo XX en adelante.

Cuando se habla de dramaturgos fronterizos en la actualidad se piensa, de inmediato, en autores que aparecieron en el último cuarto del silgo XX en adelante. Escritores de obras teatrales, firmemente arraigadas a la experiencia misma de vivir en la frontera entre México y los Estados Unidos, como Víctor Hugo Rascón Banda, Ángel Norzagaray o Virginia Hernández. Pero la dramaturgia fronteriza cuenta con autores desde mediados del siglo XIX, es decir, desde hace 170 años cuando menos. Uno de esos autores es excepcional tanto por la vida que llevó como por su condición de mujer. Me refiero, desde luego, a María Amparo Ruiz de Burton, una escritora mexicana que lo mismo incursionó en el teatro que en la narrativa, que escribió buena parte de su obra en inglés tanto como en español, que fue una aguda crítica tanto de la sociedad estadounidense como de la mexicana de su tiempo.

El factor principal que va a ir conformando la cultura de los habitantes fronterizos es la convivencia, a veces voluntaria y en otras ocasiones forzada, entre hombres y mujeres mexicanos, judíos, chinos, estadounidenses, ingleses, franceses, japoneses, rusos, hindúes, al mismo tiempo que el aislamiento de esta región —por la distancia de más de 2500 kilómetros con la ciudad de México— con respecto a los centros culturales del interior del país. Ya Manuel Clemente Rojo, un peruano que va a llegar a Baja California y aquí será el pionero de la prensa y la educación en el Partido Norte, ha dicho en sus Apuntes históricos de la Baja California (1879) que los bajacalifornianos, tanto hombres como mujeres, “son muy aficionados a las carreras de caballos, y en ellas hacen sus apuestas de reses, bestias y algún dinero, sin excederse de las facultades que cada uno tiene para cumplirse sin arruinarse; para ellos no hay teatros, acróbatas, equitadores ni otras funciones que entretienen y divierten a las gentes de otros países: de tarde en tarde, suelen concurrir a los bailes en los días de las festividades nacionales, y entonces saben presentarse bien y bailar como las personas educadas en la academia de baile”. Clemente Rojo señalaba que las festividades de los bajacalifornianos parecían como las “tan graciosamente descritas por el genio inmortal de Miguel Cervantes Saavedra”.

El autor de Don Quijote de la mancha también estaba en la mente de la que es la primera dramaturga de Baja California: María Amparo Ruiz de Burton (1832-1895). Nacida en la parte sur peninsular y nieta de uno de los legendarios comandantes de la frontera: Manuel Ruiz. La vida de Ruiz de Burton resume la experiencia fronteriza desde la guerra de 1847 hasta la consolidación de las empresas extranjeras de terrenos y colonización y el surgimiento de Ensenada como capital del Distrito Norte de la Baja California. En primer lugar, cuando el ejército estadounidense tomó el puerto de La Paz, en Baja California Sur, los principales del puerto recibieron con los brazos abiertos a los invasores y les ofrecieron fiestas, bailes y convivios. En una de esas reuniones, María Amparo, de apenas 16 años de edad, se enamoró de un oficial del ejército invasor. Cuando las tropas estadounidenses abandonaron La Paz, con ellos se marcharon, para evitar represalias, las familias pudientes que habían confraternizado con el enemigo, las cuales fueron asentadas en California. Entre estas familias iba la de los Ruiz. Allá, el idilio entre el capitán H.S. Burton y María Amparo culminó en matrimonio.

De esa forma, nuestra protagonista se convirtió en una leyenda romántica a ambos lados de la frontera y pronto María Amparo se estuvo codeando con la clase política de la costa oeste, incluyendo Abraham Lincoln durante la guerra civil americana. En 1870 y ya viuda, Ruiz de Burton regresó a California, a su rancho en Jamul, en las cercanías del puerto de San Diego, donde pasó el resto de su vida en litigios con el gobierno mexicano por la posesión de sus tierras en la bahía de Ensenada, en Baja California. Incluso con los conflictos jurídicos en torno, María Amparo escribió dos novelas en inglés, Who would have thought it? (¿Quién lo hubiera pensado?) en 1872 y The squatter and the Don (El colono y el hacendado) en 1885, que hoy son consideradas novelas fundamentales de la literatura estadounidense. Fue una autora que supo cruzar fronteras de todo tipo y asumió los riesgos de ir más allá de las convenciones de su tiempo y los prejuicios de su sociedad.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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