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La ciudad egoísta: muchos habitantes y muy pocos ciudadanos

Al recorrer Tijuana en auto, caminando por sus calles, viajando en transporte público o montando en una bicicleta, salta a la vista una ciudad llena de oportunidades, con gran dinamismo y una vigorosa economía que históricamente ha resultado muy atractiva para propios y extraños.

Al recorrer Tijuana en auto, caminando por sus calles, viajando en transporte público o montando en una bicicleta, salta a la vista una ciudad llena de oportunidades, con gran dinamismo y una vigorosa economía que históricamente ha resultado muy atractiva para propios y extraños. Al mismo tiempo, en ese acumulamiento de viajes y vidas individuales, se reconoce una ciudad sucia, descuidada, desordenada y con una convivencia ríspida en sus calles.

A pesar de sus retos, Tijuana sigue siendo una ciudad que inspira a quienes aquí habitamos a sacar lo mejor de nosotros y cumplir nuestros más ambiciosos sueños. Esta historia que se hace y se cuenta a diario, donde se nos dan a conocer una cantidad interminable de éxitos individuales, no ha logrado contarnos lo suficiente respecto a los éxitos colectivos. Los problemas que vive la ciudad sabemos tienen solución, pero para resolverlos tenemos primero que entender que el origen de muchos de ellos es el egoísmo; por el constructor que solo piensa en beneficiarse sin medir las consecuencias o afectaciones a terceros, por el transportista que ve pasajes y no a personas cuando sube usuarios a su unidad, por el habitante que no se involucra en las soluciones necesarias para su privada o ciudad y hace como si los problemas no fueran de él, rehusándose a pagar las contribuciones justas por los servicios que recibe o negándose a pagar por el mantenimiento obligado en su condominio o ciudad, o como los gobernantes que se sirven de la ciudad y sus habitantes en vez de servirlos y los mismo colegios profesionales y organizaciones ciudadanas que solo están dispuestos a defender lo propio y no lo de todos. De hecho, hemos olvidado que la ciudad es de todos y que el espacio público y sus calles es el lugar donde convivimos todos por igual, donde tenemos que respetar las reglas establecidas, comportarnos responsablemente y ser empático con otros menos afortunados que nosotros. El civismo y la ética paulatinamente han sido abandonados por nuestra sociedad y los ciudadanos se han convertido en simples habitantes que tienen como máxima preocupación resolver lo de ellos a costa de lo de otros.

Una ciudad egoísta, termina enfermando a sus habitantes; éstos, viven confundiendo la riqueza material individual con la prosperidad y el bienestar. Tenemos que entender que las ciudades más exitosas no son aquellas donde la riqueza llega a muchos. Las ciudades exitosas son aquellas donde las oportunidades, la prosperidad y el bienestar llegan a todos.

Tenemos que aspirar tener servicios básicos calidad; que estos lleguen por igual a los más ricos y pobres y pagar lo justo y necesario para no solo mantener la ciudad funcionando correctamente, sino que tengamos lo necesario para mejorar. Una ciudad donde, por ejemplo, el sistema de transporte público esté ahí para el beneficio de los más pobres, de los estudiantes, de los más viejos, de los que tienen capacidades diferentes y de cualquier visitante que llega a la ciudad y no para el beneficio de sindicatos, transportistas y funcionarios públicos qua salen cada día a abusar de los más vulnerables, entorpeciendo el funcionamiento y el futuro de la ciudad mientras hinchan sus bolsillos impunemente.

Las ciudades exitosas, son incluyentes y provocan de manera natural que cada ciudadano actúe responsablemente y haga su parte a favor de la colectividad. Tijuana aún está lejos de esto y la polarización en el discurso político en la esfera local y nacional nos alejan cada vez más, de realizar el potencial éxito de nuestra ciudad.

Si queremos corregir el camino, en las siguientes elecciones deberán surgir liderazgos ciudadanos que permitan abrir un amplio diálogo y confrontar a quienes aspiran al voto popular. Que las propuestas no sean promesas irrealizables sino verdaderas convocatorias a buscar las soluciones de fondo de todo lo que necesitamos arreglar. Además, que cuando lleguen al gobierno se rodeen de equipos competentes y honestos que honren la responsabilidad que se les confiere y que hagan su mejor esfuerzo por mejorar las condiciones en beneficio del presente y futuro de nuestra ciudad.

Quizá este deseo utópico sea muy personal, pero espero que muy pronto en Tijuana seamos mas ciudadanos y menos habitantes para lentamente transitar hacia una ciudad mas generosa con la colectividad.

* El autor es arquitecto tijuanense, pro ciudades compactas.

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