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La Lombardía mexicana

Todos vimos imágenes y videos de lo que ocurría en el norte de Italia (Lombardía) hace unas semanas.

Todos vimos imágenes y videos de lo que ocurría en el norte de Italia (Lombardía) hace unas semanas. Un verdadero escenario apocalíptico donde las calles estaban desoladas al mismo tiempo que los hospitales vivían tiempos de guerra. Las cifras de muertos aumentaban. 300 diarios, 500, 700… Italia fue una advertencia para el mundo.

Mientras el virus devastaba Europa y arribaba a Estados Unidos, para Latinoamérica el virus no fue asunto serio hasta hace unas semanas. Quizá son tantos nuestros problemas (violencia, pobreza, ignorancia) que uno más pasaría desapercibido ante una población civil tan lacerada. Quizá tuvimos suerte en un inicio dado que los contagios no llegaron tan rápido… pero finalmente llegaron.

Particularmente, el primer caso grave en Latinoamérica fue el de Guayaquil, Ecuador. Una municipalidad pobre y desigual cuyas instituciones colapsaron ante el incremento exponencial de contagios y muertes diarios. Féretros y cadáveres en la calle. Peleas y súplicas de enfermos y familiares en hospitales públicos. La Lombardía ecuatoriana. Una premonición de lo que llegaría inevitablemente.

A pesar de los disparates del presidente, las autoridades sanitarias en México respondieron y se dictaron medidas de sentido común. No obstante, por mejores medidas que se hayan decretado, México estaba encaminado hacia un desastre perfecto. El virus encuentra a un México en pleno deterioro institucional. Un Estado débil y una población pobre. Si a países ricos como España o Italia con instituciones de salud formidables les estalló la crisis, pensar que en un país como México fuera algo menor es una mentira criminal.

Baja California es una de las zonas de intercambio de personas y bienes más importantes del país. Esta región no se entiende sin esa dinámica. No obstante, este intercambio implica una mayor exposición al virus dada nuestra conectividad con el resto del territorio nacional y Estados Unidos. Quizá regiones remotas como Bahía de los Ángeles no tengan tanto problema, pero centros urbanos como Tijuana o Mexicali eran una bomba de tiempo.

Las imágenes que hemos visto del Hospital General o del IMSS Clínica 1 y 20 en días recientes son solo el comienzo. Tijuana es una ciudad devastada y totalmente rebasada para lo que se viene. Décadas de abandono por parte de nuestros gobiernos y sociedad civil nos estallará en la cara en poco tiempo. Visualizo a Tijuana como un carro ochentero altamente contaminante pero que medio sigue funcionando en pleno 2020. El problema es que esa carcacha no tiene la capacidad de seguir por más tiempo y pronto dejará de funcionar.

Siempre he pensado que México y particularmente Tijuana aguantan demasiado. En cualquier otra ciudad o país del mundo, el hecho de tener miles y miles de homicidios y pobreza generalizada cada año sería motivo suficiente para tumbar gobiernos. Aquí nunca pasa nada a pesar de que la cifra de homicidios y pobreza sigue escalando.

A esta serie de infortunios se sumarán las decenas de muertes por Covid-19 que habrá en Baja California, particularmente Tijuana, en las próximas semanas. En breve asumiremos el puesto de la Lombardía mexicana o peor… el Guayaquil mexicano. ¿Qué sigue después de todo esto? No lo sé. Quizá nada.

* El autor es abogado y estudiante del programa Atlantis en Syracuse University/Hertie School of Governance.

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