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Intención sin acción

El joven Leovigildo casó con Daisy Mae, bailarina de table dance. Pasadas unas semanas un amigo le preguntó cómo le iba en su matrimonio con la artista.

El joven Leovigildo casó con Daisy Mae, bailarina de table dance. Pasadas unas semanas un amigo le preguntó cómo le iba en su matrimonio con la artista. “Bien en general -respondió Leovigildo-. El único problema es que todas las noches tengo que aplaudirle, lanzarle silbidos de admiración y aventarle billetes para que se desvista”. Una joven mujer llegó a la farmacia y le pidió con enojo al farmacéutico: “Quiero que me cambie estas píldoras anticonceptivas”. El de la farmacia pensaba que el cliente siempre tiene la razón, de modo que accedió al cambio. Le preguntó a la mujer: “¿Por qué otro artículo quiere que le cambie las píldoras?”. Replicó enfurruñada la muchacha: “Por unos biberones y unas caja de pañales”. El médico recién salido de la Facultad habló con su padre, médico también con gran experiencia en la práctica de la profesión. Le dijo: “Tengo miedo de equivocarme al tratar a mis pacientes. ¿Cometiste tú algún error?”. “Uno muy grande, hijo” -confesó el facultativo. “¿Qué error fue ése?” -preguntó con inquietud el joven médico. Respondió el sabio doctor: “Curé en la primera consulta a una paciente rica”. El patrón reprendió a Ovonio Grandbolier: “No me gusta que los empleados silben cuando están trabajando”. Respondió el Ovonio: “¿Y quién está trabajando?”. La señorita Himenia Camafría se dolía de haberse quedado soltera. El padre Arsilio trató de consolarla: “Hija: el ser célibe te libró de los embates de los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne”. Respondió con sentimiento la señorita Himenia: “Precisamente esos embates son los que más me habría gustado conocer”. Don Poseidón le dijo al pretendiente de Glafira, su hija mayor: “De modo que quiere usted casarse con mi hija”. Respondió el galancete: “No es que quiera. Tengo qué”. Difícilmente se encontrará en el mundo un Gobierno más bien intencionado que el de López Obrador. La preocupación del Presidente por los pobres es sincera, lo mismo que su deseo de ayudar a los sectores más vulnerables de la sociedad. El problema es que a la bondad de la intención no se suma la eficacia de la acción. AMLO parece creer que es posible instaurar por decreto la República de la paz y la justicia. Y no es así. Eso se logra sólo cuando gobernantes y gobernados se someten por igual al imperio de la ley y orientan todos su actos al bien de la comunidad. La rifa del avión que no se rifará, acción traída de los cabellos para disimular el fracaso en deshacerse del armatoste, dará origen necesariamente a otras simulaciones, pues la venta de 6 millones de boletos a 500 pesos cada uno se antoja empresa de difícil cumplimiento. Ya lo han dicho los mayores expertos en el tema: los vendedores de billetes de lotería. Yo deseo que la rifa auspiciada por López Obrador tenga éxito, por más que en el extranjero la tal rifa sea motivo de irrisión, y aunque en el interior moleste a muchos que el Presidente de la República dedique parte de su tiempo y sus afanes a organizar una tómbola como de kermés en vez de aplicarse a la atención de los graves problemas nacionales. Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, desaconsejó la publicación del chascarrillo que ahora sigue. Lo tildó de “ignominioso, bochornoso y vergonzoso”. Las personas con repulgos de moral no deberían leerlo. Don Algón, salaz ejecutivo, ocupó con su linda asistente Rosibel la habitación 210 del popular Motel Kamawa. Al empezar las acciones le dijo la muchacha: “Don Algón: necesito un aumento”. Hizo una pausa, lo vio detenidamente y añadió: “Y creo que usted también”. (No le entendí). FIN.

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