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Instinto de protección

Perdón por lo espeso de esta columna.

Perdón por lo espeso de esta columna. Empezaré por señalar la falla del instinto de protección de especie en el humano, grupalmente rivalizamos demasiado. Dentro de cada grupo a su vez funciona, conservado, el instinto de protección del individuo. Esto hace del humano alguien con tendencia egoísta. Cuando se enfrenta al estrés colectivo tiende a descomponerse el tejido social, este concepto es un constructo, no una metáfora. Se define como la estructura que agrupa a individuos alrededor de necesidades en alimento, salud, educación, seguridad, cultura, deporte, servicios públicos, transporte y todo lo que represente mejor calidad de vida. La familia, los amigos y los vecinos serán subestructuras. La pandemia atenta contra ese tejido que ya estaba algo descompuesto. Ya había deterioro por la violencia de la criminalidad, por someter la libertad, seguridad y justicia individual. Ahora se discute muchísimo más la pandemia que la criminalidad. Se dice fácil “reconstruir el tejido social”.

Portarse muy distinto durante ¿años?, desgastará el tejido social, nos tomó en una terrible fragilidad pre Covid. El miedo a perder lo propio, lo amado o la vida toma un toque siniestro. Fue genialmente elaborado por Freud en su trabajo sobre lo siniestro, el “unheimlich” del romanticismo alemán, literalmente una extrañeza sobre algo que resulta en el fondo familiar, uno mismo puede ser portador de la muerte del prójimo. Algo que tiene que ver con la angustia, con el fantasma de lo semejante y con lo pavoroso. Años abundó la fantasía de un escenario pandémico, tanto que se le atinó a Wuhan en una novela. Ahora somos protagonistas, llevamos meses atrapados en la incertidumbre y lo pavoroso que resulta tener altas posibilidades (los adultos mayores y los vulnerables) de morir por contagio de un coronavirus pandémico. La pandemia puede enfrentar entre sí a grupos humanos, el pánico ante la destrucción del tejido social imperante es terreno fértil para más violencia. Entre individuos, vecinos, barrios, pueblos, ciudades o municipios puede haber fricción por una divergencia en los semáforos de ese imposible “regresar ante lo nuevo”, es lógicamente inviable regresar a lo nuevo, implica una controversia en nuestra forma de moverse en el tiempo y en el espacio, entramos en un terreno ante el que hay que desarrollar conductas adaptativas para sobrevivir, asunto extremadamente complejo. Paradójicamente el saber sobre el origen y acción del Covid-19 nos genera más pánico que certeza. Conocerlo y saber que no podemos hacer casi nada es pavoroso. Solamente las conductas sanitarias de cada país y región determinarán lo que sucederá en las siguientes semanas, aunado a la respuesta de los colectivos. Estamos en un episodio de la civilización que ignoramos si quedará en el polvo de la historia o generará un cambio para siempre.

* El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana.

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