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Hermosa Venganza (Joven Prometedora) Dir. Emerald Fennell

“Esa clase de chicas se ponen en peligro ellas mismas. Si no tiene cuidado, alguien se aprovechará de ella. Especialmente con el tipo de hombres en este antro. Lo está pidiendo a gritos.”

“Esa clase de chicas se ponen en peligro ellas mismas. Si no tiene cuidado, alguien se aprovechará de ella. Especialmente con el tipo de hombres en este antro. Lo está pidiendo a gritos.”

Este juicio, y la explicita invitación que lo acompaña, son expresados precisamente por un “hombre de ese antro”, con la vehemencia y gran certidumbre, que únicamente otorgan el conocimiento de causa; mientras observa con sus amigos, cacareando cual hienas, la imagen de Cassie (Carey Mulligan), sentada sola, y aparentemente ahogada de borracha, en medio del bar.

Esas líneas también resumen la mentalidad de la mayor parte de los personajes en esta historia.

Cassie es prontamente “rescatada” por uno de los hombres que la admiran, bajo el pretexto de hacerla llegar a salvo a casa. Durante el trayecto de Uber, el “príncipe azul”, que se comporta como protagonista de comedia romántica, lanza la invitación de tomar unos tragos en su departamento, a la evidentemente intoxicada Cassie. Una vez ahí, después de servir bebidas, la besa y lleva a la cama, comenzando a quitarle la ropa, mientras ella dice suavemente, una y otra vez - ¿Qué estás haciendo? -

Después de la tercera repetición, Cassie voltea hacia la cámara, mira directamente al espectador y articula en perfecta sobriedad “Dije. ¿Qué estás haciendo?” ante el estupefacto “seductor”.

Este metatextual rompimiento Brechtiano, es tanto una explícita pregunta, lanzada a quemarropa al público (desafiándolo a la toma de consciencia y asunción de responsabilidad), así como una declaración de principios de Emerald Fennell.

Esta película no será lo que estabas esperando.

No es el thriller que creías, ni mucho menos una comedia romántica, no es ni siquiera la cinta de venganza que el torpe título en español promete. Es una cachetada a todos esos tropos, perfectamente plantada. Una denuncia al status quo y a esa actitud que lo perpetúa, permeando en todos los espacios de la sociedad. Esa voz en las mentes, frases que se escuchan una y otra vez, en boca de todos los hombres, de las chicas respetables, de las madres de familia, de las mujeres ejecutivas.

“No lo recuerdo. Éramos unos niños. Son cosas que pasan. No te emborraches y esperes que la gente se ponga de tu parte cuando tengas relaciones con alguien que no querías. Quizá no recordaba las cosas bien por su estado.” Ad infinitum.

Dos personajes clave, resultan las mujeres que crucifican a quienes ya fueron víctimas, enalteciendo las virtudes propias, a través de la comparación implícita en su juicio; tomando la atroz postura de acusar a la víctima. Una de ellas es una mujer de clase alta con la vida resuelta; la otra, en una posición de poder, actúa como un varón más, protegiendo y justificando los actos de estos.

Los hombres que vemos, son privilegiados, cobardes, que se cubren las espaldas unos a otros, cerrando filas cuando es necesario. O en el caso de un abogado, el único arrepentido (demasiado tarde), destrozando vidas a cambio de dinero.

Carey Mulligan encarna magistralmente a Cassie, la prometedora joven, estudiante de medicina, que ha abandonado la vida después de una tragedia vivida. Porque, entendiblemente, ¿qué caso tendría continuar siendo parte de una sociedad que permite que esto suceda?

Y es que lo que aconteció en la vida de Cassie, para que se convirtiera en una especie de ángel vengador, es algo tan común como la ubicuidad de esas frases que condonan y justifican, que encubren y permiten que la situación se repita.

Emerald Fennell ha creado un relato, tanto particular, como desgarradoramente familiar, sobre la experiencia femenina. Su punto de vista es cuidadoso de no encumbrar a todas las mujeres y de no denigrar a todos los hombres. No es necesario hacerlo, la realidad es evidente, nuestra cultura lo demuestra.

Con su “thriller de venganza” honestamente femenino, le da la vuelta a un género, que regularmente se encarga de exhibir hombres rudos rescatando, vindicando, a sus esposas e hijas. Fennell se avoca a la raíz del problema para exhibirlo como la virulenta y asimilada plaga que realmente es.

Los perpetradores de los crímenes no son presentados como monstruos irredimibles (aunque lo sean) sino como personas que creen ser los héroes en sus vidas, tal como son percibidos también por los que los rodean. Hombres guapos, exitosos, blancos, ricos. Ganadores. No necesariamente son personas malignas, sólo son personas que se creen su propia historia, de ser los buenos del cuento. No ven lo malo en sus acciones. Simplemente no son capaces de pensar que son así.

Una sociedad de psicópatas narcisistas.

Emerald Fennell y Carey Mulligan ya han sido reconocidas con múltiples premios por la cinta, y el próximo domingo durante los Oscares (nominada a mejor película, directora, guión, actriz), más triunfos no representarán una hermosa venganza, sino únicamente, el manifiesto perfecto.

* El autor es comunicador y director de Radio Media Escuela de Locución

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