Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Héctor Gasca: la literatura como justicia literaria

Héctor Gasca Reynoso, en vida, fue el pícaro por antonomasia de la literatura bajacaliforniana, del periodismo mexicalense

Héctor Gasca Reynoso, en vida, fue el pícaro por antonomasia de la literatura bajacaliforniana, del periodismo mexicalense: libérrimo, bocón, impredecible, siempre dispuesto a cruzar lanzas con el poder en turno, a desafiar la corrupción reinante en todas las esferas de la entidad. Nacido en la ciudad de México en 1938, su niñez y juventud las vivió en Morelia, Michoacán, de donde salió intempestivamente en 1964, ya siendo abogado litigante, por haber publicado un artículo en La voz de Michoacán contra la primera dama del estado. ¿El motivo? El que ésta había mandado quitar de la vía pública una fuente que contenía esculturas con mujeres desnudas. La reacción gubernamental no se hizo esperar, según lo contara a Patricia Ceseña (1994): “una noche que salía yo de mi despacho me secuestraron los judiciales, me golpearon, me desnudaron, me pusieron la nariz como la de Libertad Lamarque, me golpearon bastante, en todas partes del cuerpo. Y eso fue un aviso de que no volviera a pararme en Michoacán. Por eso me vine a Mexicali. Pero nada de eso influyó en mí. Aquí yo seguí escribiendo artículos en donde criticaba a las gentes que estaban y están en el poder”.

Gasca nunca fue un escritor de tiempo completo. Como él mismo lo decía con sorna: “preferí dedicarme a otras actividades propias de mi sexo”. Por eso es que su obra narrativa, que se centraba en el cuento y la crónica novelada, lo llevó a publicar sólo cuatro libros en el transcurso de su vida. Sus influencias eran notorias: José Rubén Romero, Juan Rulfo y Carlos Fuentes. Cuando le preguntaban cómo veía su propia obra, decía que la suya era costumbrista, irónica y chusca, “pero siempre tratando de resaltar a nuestro pueblo”, siempre escribiendo “para el común denominador de nuestras gentes”. En Mexicali, su obra literaria empezó a difundirse en el periodismo de oposición y en los espacios literarios de la capital del estado, donde sus textos con jiribilla provocaron reacciones airadas entre los periodistas e intelectuales de aquellos tiempos.

Sus primeros libros publicados son escarceos con la política local: La democracia transparente (1978) y El candidato o historia de un priísta salado (1979) son acercamientos a la fauna política bajacaliforniana en sus peores conductas y tropelías. Con tono burlón, don Héctor puso en evidencia los fraudes y los embustes, las torpezas y las envidias, los golpes bajos y la hipocresía de líderes políticos, empresarios y periodistas en pos del poder regional. En sus textos nadie sale bien librado: ni el gobierno ni la oposición, ni los lambiscones ni los renegados, ni los astutos ni los ingenuos. Todos sus personajes tienen cola que les pisen, pero todos aparentan no reconocer la suya mientras acusan a sus rivales de hacer lo mismo que ellos llevan a cabo.

En su obra, el poder corrompe sin medidas ni limitaciones. Pero el humor en ella es salvavidas para atenuar el dolor que nos causa, para aliviar al menos por un momento la vergüenza que nos provoca. Como lo dijera el escritor Carlos Monsiváis de su libro La democracia transparente: “A lo largo del siglo mexicano, en medio o al lado o en el intermedio de las grandes causas sociales y políticas, las batallas regionales se han dado con dureza e insistencia, con esa fuerza que Héctor Gasca Reynoso incorpora a su relato y mantiene allí como prueba del alcance y la emoción de las decisiones comunitarias.”

Más tarde, don Héctor publicó Retacería de cuentos cachanillas (1983) y Nací en los algodonales…cuentos cachanillas (1992), donde el humor permanecía, pero la crítica social era más visible y contundente. En tal sentido, Gasca representaba, literariamente hablando, una parte vital de la resistencia popular bajacaliforniana. Ante el poder avasallante y sin importar el partido que lo detente, a la obra cuentística de don Héctor la podemos considerar la voz del ciudadano a pie que utiliza el humor y la parodia como armas defensivas, como instrumentos de supervivencia en un mundo donde la corrupción y la negligencia son el pan de cada día, donde el abuso y la codicia son virtudes antes que defectos. De ahí que hoy pueda decirse de Héctor Gasca que, en su obra narrativa, la picaresca regional ha establecido su reino para resquemor de los poderosos y para beneplácito de sus lectores. Una obra literaria a la que debemos volver si queremos entender los tejemanejes de nuestra entidad.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

En esta nota