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Hablando de gobiernos y traidores

Dicen que la palabra convence, pero el ejemplo arrastra.

Dicen que la palabra convence, pero el ejemplo arrastra. Y con el aliento e impulso diario desde la tribuna presidencial, el discurso de odio se multiplica a diario en este país sumergido en una imparable ola de violencia y una espiral de impunidad que crece bajo el amparo del poder. Ese es el discurso que conviene al poder, el de la polarización, el de la división, el que genera temor y desconfianza, el que nos traslada al pasado, el de ricos contra pobres, el del que no está conmigo está contra mí. Es el mismo discurso que celebran, multiplican y replican como loros amaestrados, quienes fueron arrastrados por la ola de esperanza que representaba el entonces candidato presidencial. Son esos mismos que hoy gozan de esas migajas de poder a través de las mieles del erario. Son los ministros, legisladores, gobernadores, delegados, secretarios de estado que replican los miles de mensajes con acusaciones graves unas, peligrosas otras, pero que forman parte de las líneas discursivas dictadas desde la recámara principal de Palacio Nacional. Son los arrastrados que hoy se arrastran, los que gritan, insultan, ofenden para halagar al tlatoani mayor. Son esos, los verdaderos traidores a México.

Porque son esos gobernadores y gobernadoras, legisladores y legisladoras, y ministros y ministras, esos hombres y mujeres cercanos al presidente López Obrador, quienes han preferido multiplicar el criminal discurso de odio, pensando en su propio bienestar, apostándole a que el futuro seguirá siendo suyo y no el del pueblo bueno que tanto citan en sus alegorías y en cuyo nombre siguen cometiendo tanto daño a México. Son ellos quienes no solo han traicionado sus principios e ideales políticos, sino que reviven el pasado e imprudentemente alimentan el odio, ese monstruo que ha comenzado a dividir al país e incluso a familias. Son los que se absuelven culpando al pasado, pero nada resuelven en su presente.

Son esos mismos traidores a México los que en su propósito de quedar bien con el licenciado presidente, ignoran los llamados a la prudencia, al cese de la violencia discursiva y el linchamiento que algunas voces sensatas han venido haciendo desde hace tiempo y desde diversos espacios. Porque lo que conviene a los criminales intereses de esos que hoy pretenden mostrarse como los redentores del pueblo, es la pulverización de la crítica para seguir llevando a México a su destrucción. Para eso tienen la mayoría legislativa, los números suficientes de ministros en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 18 gobernadores, miles de alcaldías, mayoría de congresos estatales y, lo más importante, los recursos suficientes para seguir alimentando los padrones de beneficiarios de los programas sociales.

Son esos mismos traidores a México los que mantienen a los mexicanos ocupados con sus pancartas con leyendas y fotos de diputados de oposición a Morena que, en uso y derecho de sus facultades para disentir del capricho presidencial, no apoyaron la reforma constitucional a la Ley de la Industria Eléctrica, mientras preparan el siguiente golpe a la democracia mexicana, buscando destruir una de las pocas instituciones con credibilidad en el país, como es el Instituto Nacional Electoral, y dar paso a la militarización gradual de nuestra nación con la reforma que dará forma legal a la Guardia Nacional cuyos resultados, dicho sea de paso, han sido mínimos en relación al presupuesto asignado y ejercido hasta el momento.

Son esos mismos traidores a México los que desde temprano mienten, insultan, agreden, pelean con sus propios demonios, desacreditan a quienes no los acompañen en sus ocurrencias, retan, pero imponen sus condiciones y evaden responder a los problemas más sentidos de la población, no porque no quieran hacerlo, sin porque simple y sencillamente no tienen respuestas. Nada hay de la inseguridad, nada de salud, de medicamentos, de inflación, del costo de la vida, de la corrupción pasada y actual. Toda gira alrededor del hasta ahora poco útil AIFA, la sombra del avión presidencial, los bienes de Loret y el show cómico editorial de “Quién es quién en las mentiras de la semana”.

Pero no debemos olvidar que, son a esos mismos traidores, esos que hoy disfrutan del néctar presupuestal, esos que hoy viven envueltos en la burbuja de un efímero poder, a los que los mexicanos, más temprano que tarde, tendrán que juzgar. Porque nada, menos en política, es para siempre. Baja California no es la excepción.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

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