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Estoy a favor de expropiar

La expropiación de la propiedad privada no es necesariamente negativa. No en un país que pretenda el desarrollo urbano y quiera corregir los muchos errores que se cometen. Quizás el caso del Campestre sea un excepción a esto.

Me tocó participar el domingo pasado en la manifestación que organizaron los vecinos aledaños al Club Campestre de Tijuana y muchos ciudadanos para manifestar su desacuerdo con la pretendida expropiación de los terrenos del Club por parte del Gobierno del Estado.

Mas allá de si existe o no, jurídicamente hablando, la causa de utilidad pública para proceder, la reunión se desarrolló en base a dos conceptos: la pretendida y temida “venezolización” de la propiedad privada, donde no se respetan los derechos fundamentales de las personas y por otro, el sentido práctico de los vecinos al temer la disminución del valor de sus propiedades en un área geográfica que los inmobiliarios denominan la “zona dorada” de Tijuana, porque aumenta la plusvalía por la ubicación con el campo de golf y los supuestos mejores servicios públicos que recibimos quienes aquí residimos.

El lema del evento fue “Tijuana no se expropia” y ahi es donde no estoy del todo de acuerdo.

La expropiación de la propiedad privada no es necesariamente negativa. No en un país que pretenda el desarrollo urbano y quiera corregir los muchos errores que se cometen (por omisión, por desconocimiento o por corrupción gubernamental) al permitir construcciones donde no debería o que francamente estorban para el desarrollo. Quizás el caso del Campestre sea un excepción a esto, pero no hay que satanizar la expropiación por un claro error gubernamental.

Me remito a un par de ejemplos en la vecina San Diego: para construir el freeway 15 y conectarlo desde el 805 hasta Las Vegas, tuvieron que expropiar mas de 20 manzanas completas en National City para hacer un sistema de puentes y desniveles con 10 carriles de circulación.

En el centro de San Diego la única forma que han logrado construir una zona de muy alto nivel es obligando a los propietarios a aceptar cambios de uso de suelo o advertirlos con su expropiación si no se apegan al plan de desarrollo de la zona.

En Tijuana, por ejemplo, estoy convencido que el error de la construcción del puente de la 5 y 10 fue que el gobierno de entonces le miedo expropiar las esquinas y hacer unos tréboles de incorporación para eliminar semáforos y hacer un tráfico fluido.

Lo mismo pasa con el problema que tenemos de la colonia Cubillas hacia la Chapultepec que a fuerza nos hace incorporarnos al Bulevar Agua Caliente en lugar de tener una conexión entre ellas. O el problema en la Colonia Buena Vista que si eliminamos la cuchilla completa bajando de la UABC podríamos tener un flujo vehicular sin altos o si expropiamos las laderas de los cerros de la rampa descendente hacia la central camionera, ya tuviéramos el necesario tercer carril. Y así.

No, la expropiación por si misma no es mala idea, el problema es hacerla por revanchismo político por un gobierno que tiene abandonadas canchas deportivas y parques por toda la ciudad.

Las sociedades deben estar conscientes que hay mecanismos para llevar a cabo la expropiación, cuando el interés general sea mayor al interés personal. Pero hay que demostrarlo.

Mi conclusión es, como siempre, que el gobierno, del color que sea, le encanta estar creando “cajas chinas” para no entrarle a los verdaderos problemas: un gobierno con cero resultados en rubro alguno, donde no hay desarrollo económico, no hay infraestructura en construcción, no hay promoción turística, no hay planes en general. Todo se limita a dar despensas y hacer mañaneras.

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