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¿Estábamos mejor cuando estábamos peor?

Un claro reflejo del mundo apresurado en el que vivimos es la tendencia, cada vez más obvia, mas clara, de querer todo en tiempo real, en la inmediatez.

Un claro reflejo del mundo apresurado en el que vivimos es la tendencia, cada vez más obvia, mas clara, de querer todo en tiempo real, en la inmediatez.


Nuestra capacidad de asombro, de sorpresa se ve mermada por nuestra falta de enfoque si no hay todos los elementos para completar un juicio certero, con lo que pasan dos cosas, o lo olvidamos y no retenemos nada, o llenamos los faltantes de información y terminamos “armando” nuestra propia “novela” sobre un hecho.


Lo comento por muchas de las cuestiones que están sucediendo a nivel social, donde no logramos ponernos de acuerdo porque, o no nos ofrecen toda información disponible, o simplemente no existe la suficiente como para tomar decisiones y juzgar un hecho en particular.


En temas de gobierno esto es muy palpable, sobre todo en el nivel federal (porque en el municipal y el estatal es demasiado pronto para emitir una opinión).


Si de una cosa estamos conscientes los mexicanos, es que nuestro país ha sido mal administrado. A pesar de ser una hermosa nación y contar con una idiosincrasia admirable, seguimos estancados en muchos rubros, incluyendo los niveles de pobreza que tanto lastiman a nuestros ciudadanos y que aún no logramos definir para dónde vamos en el futuro cercano.


Quizás el gobierno de López Obrador ha fallado en explicarnos su estrategia, pero no se le ve rumbo a nuestras autoridades en materia de crecimiento económico, en seguridad y en la forma de convocarnos a todos a contribuir a mejorar el lugar donde vivimos.


Y esa falla creo que inicia con el “ponernos de acuerdo” para dónde vamos, quién nos va a liderar para lograrlo y el tiempo para llegar a ello.


Soy de los que consideran, por ejemplo, que el Presidente pierde valioso tiempo todas las mañanas en su conferencia de prensa. Es demasiado. Entre las anécdotas, la información parcial que a veces se presenta y esta obsesión por “marcar” la agenda nacional, creo que le resta a la imagen de nuestro líder formal como claramente se nota en las muchas encuestas que indican su caída en la popularidad entre la población (aunque aún sea favorable en un 55/60%).


Que le vaya bien al Presidente para que nos vaya bien a los ciudadanos, suelo decir, por eso creo que hay puntos a corregir para no caer en esta sensación de que estábamos mejor cuando -en realidad- estábamos peor.


La corrupción estaba y aún se nota mucho, en niveles inaceptables de suciedad. La infraestructura de México está atrasadísima si la comparamos con países que nosotros mismos vemos como “inferiores”. La perspectiva de riesgo-país y el nivel de confianza de los capitales mundiales ha notoriamente disminuido (cuando menos podemos hablar de cautela).


Y en este momento, solo veo al Presidente luchando quijotescas peleas contra sus molinos de viento imaginarios. Catalogando a los ciudadanos entre el pueblo bueno que lo apoya incondicionalmente y el pueblo malo que no lo quiere y busca que fracase.


Soy de los 30 millones de mexicanos que votaron por él y me resisto a creer, como lo están haciendo ver muchos medios de comunicación y las redes sociales, que no se está haciendo lo suficiente para mejorar al país.

 

* El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.

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