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Es cuestión de gustos

Por el derecho a la libertad de expresión.

No creo que una administración pública deba tasarse de manera elemental o por que me gusta. En este aspecto debemos ser serios y tratar, en la manera de lo posible, de ser coherentes con la realidad y dejar atrás las cuestiones viscerales. En el caso del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador tengo posiciones contradictorias según sea el asunto que esté a discusión. Estoy convencido de que nada se ha hecho respecto a la violencia y la delincuencia. Las ejecuciones ya no solo están al orden del día, sino que se llevan a cabo en cualquier sitio, inclusive, enfrente de edificios públicos importantes como las direcciones de seguridad pública. Las desapariciones y el tráfico de personas, así como las extorsiones, tienen el campo libre para efectuarse. La impunidad es cero y el crecimiento de estos delitos es exponencial. La capacidad para producir, transportar, comercializar y exportar drogas ilegales es total. Tan altas son las ganancias que se tienen, que la demanda del mercado de estas crece y se fortalece día tras día. La guerra entre los carteles por el mercado ha cobrado muchas vidas y tiene a todo el país en vilo. En contrapartida, esto no parece sensibilizar al estado, al grado que sus fuerzas policíacas de los tres niveles de gobierno, la Sedena, la Guardia Nacional y la naval, están infiltradas. Muchos miembros de estas instituciones han sido ejecutados por sus actividades con el narcotráfico. Estamos viviendo en un ambiente de inseguridad y caos social enorme. Tiene Obrador, además, una deuda con el país con su principal arenga contra la corrupción que dijo que iba a combatir y no lo ha hecho.

No obstante, estoy en absoluto acuerdo con la distribución bimensual de dinero para los mexicanos. Si la pobreza es enorme y hay pobreza extrema, por consiguiente, gran parte de estos recursos financieros van a parar a las manos de gente absolutamente necesitada. De la misma manera, considero de suma importancia el incremento significativo que se le ha dado al salario mínimo. Las mentiras en las cuales basaban el pírrico aumento anual, a veces de un peso, han quedado atrás. Ahora si se les ha aumentado de verdad. Además, los viajes al extranjero y dentro del territorio nacional, del presidente de México, son más económicos y sin gastos supérfluos.

Las posibilidades de que un mexicano gris y mal vestido se le acerque a López Obrador y hable con él, son más posibles que en otros sexenios. El que sea detenido por grupos organizados en una trayectoria de trabajo para exigirle cuentas, y no utilice la fuerza pública para abrirse paso, también es notoria. Ya no hay un estado mayor presidencial abusivo, represivo y majadero, impidiéndole el paso a los ciudadanos. Me agrada de sobre manera que les haya quitado las jubilaciones a los expresidentes, especialmente al chillón de Vicente Fox.

Falta muchísimo por hacer, pero me queda la impresión que no vamos a tener que exigir que se investigue a López Obrador por enriquecimiento ilegal. Estoy convencido que solo se llevará lo que legalmente corresponda, y espero que en estos tres años que le faltan incremente los beneficios al pueblo de México. Merecemos tener un mejor país y un futuro prometedor. Vale.

*El autores Licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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