Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Entre escritoras te veas

En esta era, las mujeres han tomado los espacios que siempre han sido suyos, pero que muchos les negaban.

En esta era, las mujeres han tomado los espacios que siempre han sido suyos, pero que muchos les negaban. Un espacio en donde, desde hace décadas, habían hecho propio es el de la creación literaria. Doy ejemplos de escritoras que han compartido sus talentos en México en general y en Baja California en particular. Mis contemporáneas, para que nos entendamos.

Aurora M. Ocampo: En México, pocos se atreven a trabajar proyecto de vida dedicados a dar espacio a los escritores mexicanos con el único fin de establecer sus aportaciones a la literatura nacional sin favorecer a nadie en particular, sino a todos los autores existentes, productivos, que han dejado su marca (grande o pequeña) en el panorama de nuestras letras. Por eso es encomiable la tarea que se impusiera Aurora M. Ocampo desde el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Su proyecto, el Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX, dio comienzo con un simple volumen en los años sesenta del siglo pasado y recomenzó, en nueve tomos, en la penúltima década de la misma centuria, concluyéndose solo hasta principios del siglo XXI. Por décadas contribuí a esta buena causa con información pertinente sobre autores y publicaciones del norte mexicano. Puse a muchos escritores norteños y fronterizos en contacto con ella y su equipo de trabajo, resultando así una obra colectiva que rompió el centralismo dominante en la literatura mexicana y, especialmente, en su crítica literaria. Hoy vuelvo a este portento editorial cada vez que necesito consultar algún autor de mi interés y agradezco el empeño de una académica como Aurora M. Ocampo que no quiso publicar solo lo que ella sabía sino que buscó enriquecer su obra con el apoyo de un sinnúmero de escritores de todas las regiones del país. Por eso este diccionario es un ejemplo a seguir por su honradez intelectual, por su visión realmente nacional.

Luz Mercedes López Barrera: La conocí en el Taller de Creación Literaria de la UABC. Era silenciosa pero capaz de asumir posiciones a contracorriente de lo que los demás miembros del taller decíamos. Argumentaba desde el lenguaje mismo para defender su postura creativa, sus gustos literarios. Con los años se volvió editora de nuestra máxima casa de estudios. Gracias a sus gestiones y trabajos contamos con una Feria Internacional del Libro. Pero Luz Mercedes, más que una promotora cultural, es una lectora entusiasta, una mujer para quien el libro no es un objeto más sino el espíritu vivo de sus autores. La he visto llorar ante una página que la conmueve y elucidar un momento después los tejemanejes de una trama novelesca con sólidos razonamientos. Razón y pasión en ella se entrelazan. Su escudo de armas es, sin duda, un libro abierto donde todas las miradas se encienden. Un poema que tiene mucho de piel viva, de alma en vilo. Durante varios años, Manuel Flores, su esposo, y Luz Mercedes me sirvieron de guías por los rincones de San Diego: ya fuera el pueblo viejo, sus playas llenas de cafeterías, los centros comerciales de Mission Valley y La Jolla y el barrio bohemio de Hillcrest. Tiempos en que pudimos forjar proyectos a futuro, en que logramos trabajar desde la convivencia diaria para establecer nuevos libros, nuevas amistades. Si alguna vez la vi feliz fue cuando fuimos al Centro Cultural Tijuana a una conferencia de Carlos Fuentes, su escritor favorito. Décadas más tarde, cuando Fuentes murió, le ofrecí a Luz Mercedes mi más sentido pésame.

Joan Lindgren: Por más nórdicos que fueran sus orígenes, por más neoyorquina que fuera su acta de nacimiento, a Joan le encantaba el sol mexicano y la calidez latina. Traductora de poesía, nuestro país siempre fue sus casa, su hogar. Joan era la bondad en persona, la amistad que se ofrecía sin disimulos. La poesía era para ella un vínculo indestructible, un lazo para toda la vida. Gustaba de sentarse en las últimas filas en las presentaciones literarias para escuchar las reverberaciones de la palabra. Me gustaba oírla hablar de sus viajes y descubrimientos. Fue un honor conocerla, ser su amigo, escucharla contar lo humano que en todas partes surge, los versos que responden a su entorno como plantas salvajes, como ríos caudalosos. Fascinante, era su palabra favorita. Le gustaba leer poemas en voz alta, preguntar lo que no entendía, abrazarte para que supieras que contabas con ella para lo que se te ofreciera. Era clara como sus ojos, transparente como su corazón.

* El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

En esta nota