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Entre depredadores te veas

Los cazadores con frecuencia nos cruzamos con otros depredadores. Es lo esperado cuando andamos tras la misma presa, en este caso, los patos.

Los cazadores con frecuencia nos cruzamos con otros depredadores. Es lo esperado cuando andamos tras la misma presa, en este caso, los patos. En medio siglo de cazarlos, observarlos y retratarlos, mi hermano y Yo hemos enlistado unas 13 especies durante los inviernos.

En los veranos, con seguridad, tres de ellas se quedan aquí a anidar, lo que las hace residentes. El resto son migratorias de estancia invernal. En los últimos 10 años hemos cazado casi exclusivamente pato de collar, o “mallard” en inglés, el pato más popular en Norte América, tanto en la cultura literaria como en la culinaria. Junto con el pato golondrino que reseñaré en el próximo Entorno de La Crónica, son los de mayor tamaño y peso.

Pero este domingo quiero compartir con el ecológico lector encuentros cercanos con coyotes y halcones, que también se alimentan de patos. En los años sesenta, la Laguna de los Volcanes y humedales aledaños de Cerro Prieto estaban desolados y los patos los frecuentaban para descansar y algunos para alimentarse como las cercetas o patos menores. Entonces los cazábamos mediante dos técnicas: una con señuelos y otras al acecho. Para la primera teníamos ya flotando una docena de patos de hule y escondites entre chamizos. Era cosa de esperar, mediante la ayuda de reclamos, que los patos se acercaran a tiro.

La segunda consistía de recorrer drenes aledaños y avistar patos en el agua. Planear una emboscada y entrar francos a disparar al vuelo. Pero en ambos casos teníamos un fuerte competidor: don coyote. Mientras no había disparo ni seña de ellos, excepto sus huellas. Pero al tronar de las escopetas, había que recuperar los caídos lo más pronto posible, ya que el astuto depredador nos ganaba la presa. A veces los veíamos huyendo con el pájaro en el hocico, a veces sólo estaban las plumas que dejaba.

El sábado antepasado, cazábamos patos al acecho en humedales de la Colonia Pólvora, Valle de Mexicali. Dejamos el carro sin golpear puertas y sigilosamente nos acercamos al agua mi hermano y Yo. A medida que llegas la adrenalina invade la sangre y el corazón se acelera. No sabes si habrá patos, cuántos ni a qué distancia volarán, no sabes si acertarás al vuelo. Afortunadamente no fue una parvada porque la indecisión te invade y en fracción de segundos las aves estarán fuera de tiro. Frente a mí se elevó un mallard y disparé tan pronto lo tuve en la mira de la escopeta. El pájaro se sacudió y siguió volando. Luego se elevó el segundo. Disparé de igual manera y el pato cayó al agua.

Busqué en el aire al herido y ya no estaba. Luego Javier Verdugo que veía la acción, gritó “cayo en aquel llano, (un barbecho fino), como a 300 metros”. Luego gritó de nuevo “un halcón lo tiene en sus garras”, viendo por sus binoculares. Dos compañeros salieron en carro al rescate del ánade, lo cual lograron. Cuando cazas patos, entre depredadores te verás.

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