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Elecciones en Francia y la segunda vuelta electoral

“La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez. Winston Churchill

“La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez. Winston Churchill

El pasado domingo 10 de abril, se llevaron a cabo elecciones en Francia, resultando como candidatos punteros al actual presidente Emmanuel Macron, con el 27.8 % de votos, la ultraderechista Marine Le Pen, que consiguió el 23.1 % y Jean-Luc Mélenchon de izquierda con el 22% de los sufragios.

Hace 5 años se enfrentaron por vez primera y en la segunda vuelta Macron arrasó, sin embargo, ahora, en que se medirán nuevamente ambos candidatos el próximo 24 de abril, no será tan fácil para Macron, puesto que cinco años en el poder desgastan a cualquier político.

Cabe mencionar que, de ganar Macron, sería el primer presidente que repite en el cargo en los últimos 20 años y aunque las encuestas los ubican casi en empate para la segunda vuelta, cinco de los candidatos derrotados han dicho que se unirán a Macron para evitar que la peligrosa Marine Le Pen, llegue a la Presidencia.

El hecho es que de resultar ganadora Le Penn, ha dicho que buscaría que Francia se salga de la Unión Europea, como ya lo hizo Gran Bretaña y con ello habría una grave crisis al perder el bloque germano-francés el liderazgo de este importante mercado mundial.

Como lo hemos comentado en este espacio, la figura de la segunda vuelta electoral, permite que en el caso de que ningún candidato haya obtenido por sí mismo, el 50% de la votación, se realice una segunda vuelta electoral o balotaje en donde participan únicamente los 2 candidatos punteros.

Esta segunda vuelta electoral es un esquema surgido precisamente en Francia, en 1852 con la instauración del segundo imperio francés de Napoleón III y que toma singular importancia en la segunda mitad del siglo XX, principalmente en Europa, en donde hoy en día es una práctica común.

Este ejercicio tiene la ventaja de que abona a aumentar el respaldo hacia un candidato, además de darle legitimidad, evitando que llegue al poder alguien que no tiene el respaldo ciudadano. Evitar pues un presidente elegido legalmente, pero sin legitimidad.

Es un esquema que se utiliza en muchos países del mundo y tiene por objeto obtener un mayor consenso en la elección de candidatos cuando la arena electoral es muy competida y el triunfo de los candidatos puede ser cuestionada, como ocurrió en el 2006 en México cuando el presidente Calderón ganó por 243,934 votos, que representaron menos del medio por ciento sobre el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.

Nuestra democracia es aún muy imperfecta y tiene todavía mucho que mejorar y aprender de otras experiencias que han probado ser exitosas y beneficiosas ahí en donde se han implementado.

Por ello, no nos vendría nada mal pensar en este esquema y analizar, con ojos de estadista, la posibilidad de incluir esta figura democrática en nuestra Constitución, para darle mayor certeza y sobre todo legitimidad a nuestros candidatos.

Por lo pronto, habrá que estar al pendiente de lo que ocurre en Francia este 24 de abril, en donde el actual presidente se medirá con una candidata radical, opositora de los Estados Unidos y la OTAN y que incluso expulsó a su propio padre del partido “Frente Nacional”.

*El autor es asesor empresarial en cabildeo

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