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El milagro de contar lo que somos

Desde que Baja California se presentara ante los ojos de los occidentales, en el siglo XVI, pero especialmente cuando fuera colonizada la parte norte peninsular a mediados del siglo XVII en adelante, la literatura ha servido como testimonio de sus cambios y transformaciones.

Desde que Baja California se presentara ante los ojos de los occidentales, en el siglo XVI, pero especialmente cuando fuera colonizada la parte norte peninsular a mediados del siglo XVII en adelante, la literatura ha servido como testimonio de sus cambios y transformaciones. A partir del siglo XIX, con poblaciones crecientes, con un progreso material evidente, con la llegada de las primeras imprentas y la fundación de los primeros periódicos, la literatura y la prensa establecieron un trabajo en común, se dieron a la tarea de contar la vida y milagros de los que somos, los bajacalifornianos, como sociedad en marcha, como colectividad con sus propios estímulos, quehaceres y peculiaridades.

Nuestros literatos pioneros, al principio venidos de distintas partes del país o del extranjero, más tarde ya nativos de la región, se han empeñado en describir las formas de ser y comportarnos, los episodios que ellos consideraron trascendentes para nuestra evolución, significativos para nuestra historia, importantes de frente al porvenir. Lo que aquí pudimos contemplar es una muestra mínima de las voces que se alzaron para hablar, a favor o en contra, de las conductas sociales de una comunidad que se hizo a sí misma en apenas unos cuantos años. De las rancherías aisladas y los campamentos temporales del siglo XIX se pasó a poblaciones permanentes, a urbes en pleno crecimiento durante el siglo XX y XXI.

Los escritores que le cantaron a este progreso y desarrollo, que contaron sus hazañas y tragedias, que impulsaron sus cambios y criticaron sus desaciertos, fueron en su mayoría personas que ejercieron otras profesiones, especialmente la de periodistas o maestros. Fueron, en sus escritos, guías de su comunidad, faros de salvación en momentos de incertidumbre. Sus artículos, ensayos, cuentos, novelas o poemas reflejan esta misión con singular claridad: pretendían ayudar contándonos quiénes éramos, nuestros sueños, nuestros obstáculos, la manera de cumplir nuestras promesas de ser una mejor sociedad.

Si al principio vemos sólo el ánimo descriptivo de lo que sucedía a su derredor, poco a poco contemplamos un cariz interpretativo, un juicio crítico sobre las fortalezas y carencias de la sociedad bajacaliforniana. Autores como los hermanos Facundo y Francisco Bernal, Pedro F. Pérez y Ramírez, Miguel Ángel Millán Peraza, Lauro F. Gutiérrez y tantos otros, se lanzaron al ruedo de la opinión pública, sin miedo a las consecuencias de sus palabras, para exponer lo que cada uno de ellos creía estaba bien o mal entre nosotros. Cada uno de ellos trabajó, con sus razones y argumentos, con sus cuentos y cantos, para hacernos ver lo que nos faltaba por hacer, las empresas que eran necesarias poner en acción por el bien común.

Periodistas y literatos que trabajaron, con el escudo de la conciencia ciudadana, para hacer de Baja California una entidad mejor, un estado más rico en todos los sentidos. Su aventura literaria estaba unida a su trabajo como profesores de las nacientes instituciones educativas, a su labor periodística, a su interés por estudiar y revisar y compartir la historia bajacaliforniana en particular y la historia de la frontera norte mexicana en general. Querían hacer público el camino que nos había llevado a ser lo que somos, sí, pero también buscaban ofrecer a las nuevas generaciones, un atisbo del futuro que venía: uno hecho de enseñanzas y aprendizajes para todos.

Lo cierto es que el ejercicio literario en nuestra entidad no está bajo la sombra de la literatura pura, que se dedica a perfeccionar el lenguaje y sus usos retóricos, sino que desde el principio este ejercicio creativo se vio como una herramienta para el progreso social, como un instrumento de cambio a partir de mostrar, a través de textos sobre temas locales y regionales, una radiografía de lo que éramos y de lo que somos como bajacalifornianos. Era y es una literatura que no se avergüenza de contar lo propio, lo nativo, lo real, lo cercano. Una literatura que ha servido de termómetro de nuestras inquietudes y vaivenes como sociedad de frontera, que nos ha revelado, en sus personajes, tramas y situaciones, la vida que aquí llevamos, el mundo peculiar que hemos construido en la periferia de nuestro país. Por eso es valioso leer a los escritores bajacalifornianos: para apreciar la riqueza de nuestro entorno, la vitalidad de nuestra comunidad.

*El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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