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El fantasma de Venezuela

“Se dan clases de adivinación por ósmosis”. Así decía el letrero en la ventana. Una atractiva chica llamó a la puerta y fue recibida por un sujeto estrafalario... 

“Se dan clases de adivinación por ósmosis”. Así decía el letrero en la ventana. Una atractiva chica llamó a la puerta y fue recibida por un sujeto estrafalario que la introdujo a una sala llena de signos cabalísticos y objetos esotéricos. La joven preguntó: “¿En qué consiste la adivinación por ósmosis?”. Respondió individuo: “Aquí no se necesitan cursos ni lecciones para aprender a adivinar. La simple cercanía con mi persona hace que el estudiante adquiera el don de la adivinación”. Dijo la muchacha: “Me gustaría tener esa habilidad. ¿Cuál es el costo?”. “Pa’ ti ninguno, chula.Ven p’acá”. Esa respuesta y el modo de expresarla no dejaron de amoscar a la aprendiza, pero siguió al maestro al interior de la casa. En la alcoba le dijo el hombre: “Desvístete; acuéstate en la cama en decúbito supino, o sea de espaldas; flexiona las piernas y ábrelas”. “Oiga -se preocupó la joven-. Usted me va a follar”. “¡Lo ves! -exclamó con acento de triunfo el individuo-. ¡Ni siquiera hemos estado juntos mucho tiempo y ya estás aprendiendo a adivinar!”. Pues bien: no es necesario ser arúspice, nigromante, augur o zahorí para saber el propósito de López Obrador al enviar al Congreso (a su Congreso) una iniciativa tendiente a otorgar a la secretaría de Hacienda -o sea a sí mismo- facultades sobre el manejo del presupuesto público que corresponden al Poder Legislativo. Con eso quiere adquirir mayor poder, pues quien controla el dinero puede controlar muchas cosas más. Otra vez asoma por los entretelones de la 4T el feo rostro del poder absolutista. Y ya que estamos en época de virus conviene recordar que México no está vacunado contra un mal virus como el que postró a Venezuela. Rechacemos a quienes piden la renuncia de AMLO, pero rechacemos también a quienes lo apoyan hasta la ignominia y se hacen de la vista gorda ante sus transgresiones a la ley y sus excesos de autoritarismo. A ese respecto vaya un aplauso -otro- a Porfirio Muñoz Ledo, una de las pocas voces que se han mostrado libres y críticas ante López Obrador entre tantas que se le muestran lacayunas e incondicionales. Comentó el señor Pulseras: “¡Cómo han cambiado los tiempos! En estos días mi hijo está recibiendo clases virtuales de Educación Sexual. ¡En mi época eran puros trabajos manuales!”. Dulcibella, acompañada por su novio Pitorrango, le dijo a su padre: “Papi: queremos pedirte algo”. Respondió incontinenti el señor: “Si lo que quieren es casarse la respuesta es sí. Pero si lo que me van a pedir es que les preste el coche mi contestación es no”. Don Feblicio le contó a su esposa: “Hoy en la mañana me despaché un pozole de esos que levantan muertos”. Le dijo la señora: “Te hubieras echado un par de cucharazos allá donde te platiqué”. El dueño de la tienda observó que una clienta se iba sin haber comprado nada. El dependiente le explicó: “Me preguntó si teníamos calzones de ultratumba; le dije que no y se fue”. “¿Calzones de ultratumba? -se sorprendió el dueño-. ¿Cuáles son ésos?”. “No sé -replicó el dependiente-. Lo que pasa es que cree que tiene unas pompas del otro mundo”. El recién casado se veía agotado, feble, laso, exinanido. Fue a la consulta de un doctor y éste, después de interrogarlo, le comunicó que su cansancio se debía al exceso de actividad sexual. Al parecer el muchacho y su mujercita hacían el amor todos los días, y dos veces los sábados, domingos y festividades cívicas. Llegó el joven marido a su casa y le dijo a su esposa: “El doctor me indicó que te haga el amor sólo un vez por semana”. Preguntó ella tímidamente: “¿Podrías adelantarme hoy la próxima quincena?”. FIN.

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