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El día en que el mundo cambió

Todos a quienes les he preguntado, recuerdan con extraordinaria claridad qué estaban haciendo, en dónde se encontraban, qué edad tenían y cómo fue que vieron o vivieron la tragedia del 11 de Septiembre de 2001.

Todos a quienes les he preguntado, recuerdan con extraordinaria claridad qué estaban haciendo, en dónde se encontraban, qué edad tenían y cómo fue que vieron o vivieron la tragedia del 11 de Septiembre de 2001. Casi nadie recuerda qué hizo un día antes o qué desayunó anteayer, pero la caída del World Trade Center, todos la tenemos cristalinamente presente.
No sólo fallecieron 3 mil inocentes en New York, sino que el mundo entero fue víctima de la tragedia. A partir de ese momento cruzar al “otro lado” fue una odisea, las filas hacían imposible ir a trabajar, hacer compras o ir a Disney, por ejemplo. Las revisiones se recrudecieron en todas las garitas, abordar un avión se convirtió en un procedimiento extenuante, engorroso y estresante. Comenzamos a desconfiar los unos de los otros y la animadversión hacia todo aquello que pareciese árabe, llegó a niveles perturbadores.  
El 9/11 marcó nuestra historia moderna en un antes y un después. Nos dejó una cicatriz profunda y nos arrebató dos torres. ¬Y desde entonces yo me pregunto lo mismo: ¿Nos dejó acaso algo positivo? Quizá sí… Primero que nada justificó un injustificable intervencionismo y liberó a una nación de un dictador, haciendo caer a Sadam en Irak. Hizo más seguros los vuelos y evitó en gran medida en los 5 continentes, los secuestros aéreos. Nos unió a nivel internacional en contra de la lucha hacia el terrorismo. Más aún, nos obligó a entender la diferencia entre un creyente del Islam y un loco capaz de matar, pues al inicio, por temor y una mal encaminada euforia, creímos que todo aquel que usara turbante, era un yihadista.
El dolor ajeno nos lastimó, fuimos más empáticos entre naciones, descubrimos que hasta los gigantes pueden caer y que ni las naciones más poderosas pueden solas.  Sin lugar a dudas, la tragedia nos sensibilizó paulatinamente, nos hizo más precavidos, avivó el sentimiento dormido del humanismo. Y no digo que el mundo haya mejorado gracias a este penoso acontecimiento, sólo hago evidente que nuestra forma de ver la vida, cambió de forma radical y con estos cambios se sacudió también y para bien, el corazón de la humanidad.
Por ello todos recordamos qué hacíamos, dónde estábamos y hasta qué desayunamos el 11 de Septiembre de 2001, porque ese día nos transformó desde las entrañas, nos infundió miedo y ganas de vivir. Nos inspiró a transformar a las nuevas generaciones, para que una tragedia semejante no se vuelva a repetir.



* El autor es graduado de la licenciatura en Derecho de la UABC, escritor y conductor de radio.

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