Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

El SITT ya estorba

El fracaso rotundo del Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) no solo se ha convertido de un estorbo para nuestra ciudad; también, significa que la solución a los problemas de movilidad tendrá que esperar.

El fracaso rotundo del Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) no solo se ha convertido de un estorbo para nuestra ciudad; también, significa que la solución a los problemas de movilidad tendrá que esperar.

El SITT o Ruta Troncal como se llamó en sus orígenes en el XIX ayuntamiento por el año de 2008, es un proyecto que 6 años después de su puesta en marcha en 2015 no mueve ni al 10% de los pasajeros proyectados para su arranque. Los estudios que justificaron la inversión federal estimaban que el SITT movería alrededor de 108,000 pasajeros por día de un universo de 360,000 pasajeros posibles que hacen recorridos diarios que podrían utilizar el SITT como alternativa al transporte publico tradicional. En 2021, según datos periodísticos el SITT mueve alrededor de 7,000 pasajeros diariamente; para que lo entendamos mejor, mueve lo mismo en un día que tan solo 28 de las casi 800 unidades URVAN rojo con negro que circulan cualquier día desde el centro por boulevard agua caliente hacia Díaz Ordaz.

Para lograr estos ridículos números, el Fondo Nacional de Infraestructura (FONADIN) invirtió casi 500 millones de pesos y el propio organismo regulador se gasta 16 millones de pesos anuales; mientras, el operador SITTSA hace como que presta el servicio ya que no existe el aforo que se prometió, perdiendo millones de pesos cada mes. Esto es insostenible. Además, las unidades no circulan con la frecuencia prometida, resultando que los pocos autobuses circulando lo hacen casi vacíos. Al automovilista atascado en los bulevares por donde circula el SITT, solo observan ese carril confinado vacío, termina por concluir que nos ha arrebatado carriles y valioso espacio en las vialidades que ya de por sí están congestionadas por el exceso de automóviles que circulan por nuestra ciudad. Sus problemas son tan variados, que me terminaría el espacio dedicado a esta columna enlistándolos. Pero lo puedo resumir en que el proyecto fue elaborado y fue ejecutado exactamente como no se debería hacer. De hecho, en su concepción y operación no se parece a ningún otro proyecto exitoso de México o América Latina para no ir muy lejos a comparar. Tengo profundas dudas si el proyecto se puede rescatar en sus condiciones físicas, legales y administrativas actuales y percibo que las mismas autoridades lo perciben igual al poner sobre la mesa sendos proyectos de trenes ligeros y elevados como alternativas al SITT.

Al final, lo que a los ciudadanos nos debe importar, es que el fracaso del SITT significa que las promesas de los actuales candidatos respecto a solucionar el tráfico y congestión vial serán casi imposibles de cumplir. Mientras no exista una verdadera alternativa asequible y de calidad de transporte público masivo, la gente se rehusará a bajarse del carro. Mientras, los que actualmente utilizan el transporte público ansían completar su ahorro para comprar un auto chocolate para desprenderse de su dependencia del transporte público de la ciudad.

Detener al SITT y la aceptación tácita de su fracaso significaría el riesgo de que tuviéramos que regresar los 500 millones de pesos de aportación federal. Por ello propongo que se abran los carriles del SITT para que por ahí circule cualquier vehículo y que las escasas y poco frecuentes unidades del SITT que aún circulan, lo hagan como lo que desgraciadamente son: una simple y vil glorificada “Calafia”.

Por favor, que ya dejen de estorbar; Tijuana necesita avanzar.

* El autor es arquitecto tijuanense, pro ciudades compactas.

En esta nota