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El Ángel Exterminador/Dir. Luis Buñuel

La que para muchos mexicanos que crecimos con cine clásico en constante repetición en nuestras pantallas de televisión, El Ángel Exterminador de Buñuel, como Ensayo de un Crimen y muchas otras cintas mucho más inofensivas...

La que para muchos mexicanos que crecimos con cine clásico en constante repetición en nuestras pantallas de televisión, El Ángel Exterminador de Buñuel, como Ensayo de un Crimen y muchas otras cintas mucho más inofensivas de él (Subida al Cielo, El Gran Calavera), siempre han formado parte de nuestro inconsciente (consciente).

   Esta semana, pensando sobre qué escribir, rodeado, como tantas otras semanas (trece desde que esta pesadilla inició) de noticias malas y peores, de conferencias contradictorias y cada vez más absurdas e inverosímiles por parte del enaltecido doctor Gatell (y ni qué decir de las mañaneras del presidente), me llegó a la mente la cinta de Buñuel.

   No es ninguna casualidad que ante la situación que vivimos actualmente haya pensado en esta película de 1962. La trama fue resumida y simplificada por Buñuel como “la historia de un grupo de amigos que comparten una cena después del teatro, pero cuando entran a la sala, después de cenar, descubren que por alguna inexplicable razón no pueden salir”.

Hoy algunos cumplimos 90 días de confinamiento y las condiciones solo han empeorado, cada semana se dice que el pico máximo llegará la siguiente, los contagios y muertes siguen en aumento, y el pico jamás llega.

    Lo que presentó Buñuel hace casi sesenta años fue un satírico retrato de la burguesía y un ejemplo de la facilidad con que sus exquisitas formas desaparecerían ante una situación extrema, la cual lleva a sus integrantes a descender hasta los más bajos niveles del salvajismo, tirando toda civilización por la borda.

    El comentario social de Buñuel, tristemente sigue teniendo la misma vigencia en la actualidad, quizá incluso aún más. Ahora que muchos de los prejuicios, que una gran parte de la sociedad seguía escondiendo en el clóset, han salido a relucir escandalosamente, muchas de las frases espetadas por los “pequeños burgueses” de Buñuel cobran nueva y vergonzosa relevancia.

“La gente del pueblo, la gente baja, es menos sensible al dolor. ¿Usted ha visto un toro herido alguna vez? Impasible.” Bien podríamos imaginar esto saliendo de la boca de cualquiera de los supremacistas blancos que apoyan al presidente de Estados Unidos o incluso de cualquier integrante de las marchas “fifís” anti AMLO, mientras avanzan en sus caravanas de Mercedes Benz y Hummers.

    O qué tal lo que se emite casualmente cuando una piedra, lanzada por Leticia “la Vaquiria” (Silvia Pinal), rompe una ventana de la residencia, “Algún judío que pasaba”. Con ella Buñuel exponía cómo para un antisemita cualquier cosa, incluso un relámpago, puede ser culpa de los judíos. Hoy este mismo tipo de pensamiento se ve reflejado en la multitud de teorías de conspiración que han surgido en torno al “verdadero” origen del COVID-19, acusando a los Illuminati, judíos, chinos, etcétera, etc, etc…

Pero es lo que experimentan los asistentes a la cena después de varios días de estar atrapados sin salida y sin explicación, lo que más resuena con la situación mundial actual. Edmundo Nobile (Enrique Rambal), el anfitrión y único asistente que aún conserva la razón y actúa de manera decente hacia los demás, expresa: “La actitud de los de afuera me inquieta más que nuestra propia situación”.

     Sin duda, pensamiento de muchos que hemos podido mantenernos en cuarentena, al ver cómo afuera hay multitudes deambulando despreocupadamente, realizando actividades nada esenciales, paseando, en fiestas, y por supuesto, sin cubrebocas (o en el mejor caso portándolo debajo de la nariz).

Nobile se responde solo, “a no ser que todos se hayan muerto en la ciudad y nosotros seamos los únicos sobrevivientes”.

Mientras se defeca y se ocultan cadáveres en armarios, otros se preguntan “¡¿Qué hacen (por salir), solo hablar y hablar como rameras?!” Lo que nos remite a las imágenes de muertos en las calles (Guayaquil) o camiones frigoríficos saturados de cuerpos afuera de hospitales, mientras las conferencias matutinas se perpetúan con el mismo mensaje, día tras día.

     Y  como en la película, también experimentamos la pérdida de la cordura, las discusiones de quienes nos rodean, la agresividad ante la menor provocación. Irritados, estresados, angustiados. Y una vez más Nobile: “Solo un milagro puede salvarnos… la grosería, la violencia, la suciedad son ahora nuestras compañeras inseparables”.

Cuando por fin, por una casualidad igual de insólita que el confinamiento original, logran liberarse, solo pasan a otra situación igual (en una iglesia) donde, dice Buñuel, proféticamente “el encarcelamiento se repite infinitamente como una epidemia que se extiende por la eternidad”.

       Años después en entrevista Buñuel lo explicó sencillamente: “En la sociedad actual, cada vez más gente está en desacuerdo, y esa es la razón por la que pelean entre sí. ¿Pero por qué no se pueden entender? ¿Por qué no pueden salir de la situación? Es lo mismo en la película. ¿Por qué no pueden encontrar una solución para salir de la habitación?”.

El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.

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