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Edificada sobre arena

Hoy les contaré un pequeño cuento acerca de un edificio cuyos constructores decidieron erigirlo sobre arena en vez de algún otro terreno más firme.

“Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.”- Mateo 7, 21-29

Hoy les contaré un pequeño cuento acerca de un edificio cuyos constructores decidieron erigirlo sobre arena en vez de algún otro terreno más firme.

Este edificio se construyó hace años. Llegaron a vivir en él gente de todos lados por las cosas que ofrecía. Los inquilinos de arriba tenían mayores beneficios que los de abajo, pero en general todos vivían cómodamente. Nadie pregunta acerca de la estructura de la construcción porque a nadie le importa. La fachada es bella, moderna y funcional.

Mientras el tiempo transcurre, los cimientos comienzan a acumular problemas y resentir las presiones provenientes de todos lados. Los de arriba siguen su vida con toda normalidad. No se dan cuenta de que su edificio fue construido sobre terrenos movedizos y, por ende, requieren de permanente supervisión y mantenimiento. Claro, como todos eran huéspedes temporales de esta construcción, mejor que paguen la factura los futuros ocupantes. Las presiones sobre los cimientos aumentan, la factura que preparan los expertos indica un costo altísimo, aún así no le dan importancia. Bah, mientras siga medio funcionando no importa.

Si bien en un inicio los problemas son inobservables, con el paso del tiempo van apareciendo con mayor frecuencia. Cada día aparecen más, cada día son más graves. Los inquilinos de arriba todavía no los sienten, ellos ven el bello paisaje desde sus balcones. Los de abajo ven como su calidad de vida comienza a deteriorarse, ven la podredumbre.

Ante este abandono paulatino, comienzan a llegar falsos profetas que ofrecen soluciones baratas y milagrosas. Exclaman que ellos y solo ellos pueden resolver estos problemas. Los de abajo desesperadamente se identifican con la propuesta. A esas alturas no tienen nada que perder. Los de arriba piensan que nunca pasará. Hasta que pasa.

Los de abajo al ser mayoría le ceden todas las decisiones al falso profeta. Éste comienza a implementar una serie de medidas que inicialmente parecen buenas, pero terminan dañando más a la estructura. Seguidamente se da cuenta que la destrucción es más sencilla y fácil de vender. Los de arriba ahora sí se preocupan. Muy tarde. El proceso de destrucción ha comenzado.

La destrucción derriba por completo al edificio. El falso profeta desaparece. Los de arriba y los de abajo comienzan a culparse entre sí. Todo empeora. Siempre puede empeorar más. ¿Qué sigue? La reconstrucción, dice el optimista. Más destrucción, dice el pesimista. ¿Quién tiene razón?

Moraleja: Las democracias están construidas sobre arena. Podrán tener una fachada estética, funcional y moderna pero sus cimientos son frágiles y moldeables. Uno llega y erige su edificio democrático dando por sentado que ni la más feroz tormenta lo derribará. Durará para siempre, decimos. La arrogancia del momento presente.

El problema es que el edificio de este cuento ahora puede encontrarse tanto en México, Estados Unidos, Brasil, Filipinas, Turquía, Polonia, Hungría y muchos otros lugares.

*El autor es abogado y estudiante de maestría en administración y políticas públicas.

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