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Drácula. Mark Gattis y Steven Moffat

123 años han pasado desde la publicación original de la novela de Bram Stoker sobre el Conde Drácula, el vampiro más famoso de la historia.

123 años han pasado desde la publicación original de la novela de Bram Stoker sobre el Conde Drácula, el vampiro más famoso de la historia.

Con la infinidad de interpretaciones existentes, en cine, televisión y literatura, es innegable que existe un encanto seductor inherente al relato de Stoker, sin embargo es cada vez más difícil encontrar una versión que aporte algo nuevo al género.

Es aquí donde entran Mark Gattis y Steven Moffat, creadores de la aclamada serie Sherlock (2010-2017), con una miniserie de tres episodios (co producida por la BBC y Netflix) basada en la novela de Stoker, que de inicio es muy prometedora aunque en su desenlace termina decepcionando.

Con una duración de 90 minutos, cada episodio es como una película, y como tal, muy distintos uno de otro. El primero es sin duda el mejor de los tres y funciona como un excelente punto de partida, desafortunadamente los dos subsecuentes episodios no logran mantener el nivel ni concluir de manera satisfactoria la serie.

Las reglas de la bestia (título del primer episodio) establece que si bien la serie está basada en la creación de Stoker, las reglas han cambiado. Un demacrado Jonathan Harker (John Heffernan) se encuentra prisionero en un convento, donde es interrogado acerca de su experiencia en el castillo de Drácula por la hermana Agatha (Dolly Wells). La primera pregunta para Harker de parte de la monja ¿Tuviste relaciones sexuales con el Conde Drácula? demuestra que Gattis y Moffat están entrando a nuevos territorios. Lo que sigue es un recuento bastante fiel a la fuente original, que logra generar momentos genuinos de terror y suficientes variaciones como para mantener la sorpresa vigente.

Los poderes del Conde son superiores a los comúnmente establecidos en otras versiones y el verdadero hilo conductor de la narrativa es siempre la sangre y lo que esta es capaz de transmitir. Como el grandilocuente Conde Drácula les expresa constantemente a sus interlocutores “La sangre es vidas, la sangre es destino”.

Los mejores toques de Gattis y Moffat son sus guiños a la Hammer, a través de momentos cómicos intercalados entre las escenas aterradoras, sanguinarias y repugnantes. Dolly Wells demuestra ser una, más que digna sucesora, tanto de Peter Cushing como de Anthony Hopkins, en el papel de la hermana Agatha, gracias a la incorporación de toques de inteligencia, sagacidad, arrogancia y camp, por partes iguales, que brinda a su personaje.

Claes Bang interpreta la que definitivamente es la más elocuente versión de Drácula de una forma teatral que provoca risa y escalofríos a la vez. Los efectos muy al estilo de la Hammer, recuerdan por instantes a Christopher Lee, con sus ojos ensangrentados, pero la personalidad de Bang y su imponente físico, son más cercanos a Bela Lugosi, aunque con una interminable cantidad de diálogos fluyendo de sus labios.

Uno de los elementos más interesantes que introducen Gattis y Moffat es el cuestionar, a través de la hermana Agatha, el por qué de la existencia de las debilidades del vampiro. La ausencia de reflejo en los espejos, el temor a la luz del sol y, de particular importancia para la monja holandesa, el miedo a los crucifijos por parte de Drácula. Esta última debilidad podría confirmarle a la escéptica religiosa, de una vez por todas, la existencia de Dios.

El segundo episodio se enfoca en el viaje de Drácula hacia Inglaterra a bordo de un barco, el Deméter. Esto se convierte en un juego de asesinatos muy al estilo de Agatha Christie, desafortunadamente el conocimiento previo del asesino arruina un poco el punto.

El tercer y último episodio es sin duda el peor de todos, desarrollándose en la actualidad y recurriendo al gastado recurso de los descendientes de personajes originales para concluir la narrativa. Es este el guion más débil, con lo que aparenta también ser el presupuesto más bajo de los tres, el que cierra la serie brindando respuestas blandengues y decepcionantes a las preguntas planteadas, así como una conclusión cursi que recuerda la versión de Coppola.

“Todo está en la sangre… si sabes interpretarla”.

*El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.

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