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¿Después de mí, el diluvio?

Ahora que estamos en la víspera de un cambio de gobierno, valdría la pena hacer una reflexión para analizar si realmente se cumplieron todas las expectativas generadas en tiempos de campaña.

Ahora que estamos en la víspera de un cambio de gobierno, valdría la pena hacer una reflexión para analizar si realmente se cumplieron todas las expectativas generadas en tiempos de campaña. Además, ver si se incurrieron en excesos u omisiones, y se aclare de una vez por todas los sesgos en el ejercicio del poder, si es que los hubiere. No han sido pocas las manifestaciones de inconformidad por la forma en que se gobernó, sin embargo, ante esta situación han sido los medios formales e informales los que han dado cuenta de estos embrollos invocando la libertad de expresión señalada en la constitución política de México. La irresponsabilidad, dicen algunos, es por la falta de participación social en los asuntos del estado. Las malas prácticas del gobierno, al endeudar futuros ingresos del erario debe ser considerado un delito, debe incluso legislarse para evitar que antes de dejar el encargo del nivel que sea se evite diferir adeudos o compromisos financieros por cubrir, dado que en el futuro ya no serán de su incumbencia, pero que inmovilizarán a las próximas administraciones. Se afirma y no precisamente en secreto que el saqueo está en su máximo esplendor, es el año de “Hidalgo”. Aquí aplica la frase icónica “después de mí, el diluvio “que sintetiza el comportamiento de la clase política de nuestro país al mostrar que una vez que deje el encargo, puede venir una catástrofe económica o crisis financiera, pero ya no es asunto suyo, ya no le importa lo que pase en el futuro inmediato. Así ha sucedido en el México de la segunda mitad del siglo XX y continúan hasta nuestros días. Esta frase resume y dibuja de cuerpo entero y pone de relieve la mentalidad de la mayoría de los gobernantes en México. Primero fue el PRI, después el PAN y ahora Morena. No hay que escandalizarse pues veremos al final de este sexenio como la verdad saldrá a flote y los defensores de la “honestidad” y “purificadores de la vida pública” de México, saldrán embarrados por la corrupción. Los actuales “santos funcionarios” serán mandados al “cadalso”, para ser recordados y juzgados por la historia. La impunidad ha sido la norma, es la marca de la casa. Nadie ha sido juzgado y obligado a regresar los desfalcos, nosotros los ingenuos ciudadanos esperamos “la justicia divina, porque la terrenal no existe”. nos defraudaron con el paraíso terrenal y la tierra prometida. Cuando ejercen el poder, siempre reconocen que se van satisfechos del deber cumplido ..!Ah!, pero en el fondo saben que han dejado el estado en ruinas, que jamás atacaron a la delincuencia, que la economía se fue a la deriva, que jamás cubrieron las necesidades de medicamentos y muchos temas más que nunca se tocaron. Lo que sí hicieron es llenar la administración de amigos y familiares, para hacer negocios, exaltando el nepotismo y el tráfico de influencias. Gobernaron con ocurrencias, berrinches, caprichos, con coraje, con sed de venganza, creyendo ser los salvadores, los redentores de esta gran nación. Se comportaron con misoginia, se creyeron los reyes y el pueblo sus súbditos, el narcicismo en su máxima expresión. Los negocios fueron las líneas de acción, el gasto público era el medio para hacer dinero, operaban bajo la premisa de “si no hay obras, no hay sobras” el diezmo que pedían por los contratos era alto, las asignaciones de contratos se asignaban de manera directa, no había concurso y no efectuaban nada si no había dinero de por medio. Ante este negro panorama, no hay ni habrá ningún responsable, nadie asume el compromiso de aplicar la justicia ante este tipo de actos que denigran la política y que convierten a los ciudadanos presa de tantas necesidades. El pueblo se encuentra inerte, no hay quien lo apoye. El Estado se ha desentendido de lo más valioso que es la seguridad, a pesar de tanto robo y asesinatos nadie se responsabiliza. La sociedad está contra la pared, el grito de batalla es “sálvese quien pueda”. Esa es la triste realidad a pesar de todo y sin el ánimo de ser pesimistas, solamente intentamos hacer una lectura de la realidad. Ojalá el escenario fuera todo lo contrario. Deberemos pedir justicia o nos conformaremos con contemplar y ver como los gobernantes van y vienen tarareando la frase “Después de mí, el diluvio”.

*- El autor es economista egresado de la UABC

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