Desear lo mejor
Para muchas personas es muy importante el inicio de un nuevo año. Para mí ya no. O no en la intensidad en que lo era hasta hace algunos 10 años. Me explico.
Para muchas personas es muy importante el inicio de un nuevo año. Para mí ya no. O no en la intensidad en que lo era hasta hace algunos 10 años. Me explico.
El inicio de un nuevo año generalmente se toma como una renovación de ciclo. Una forma de “resetear” tu vida e “iniciar” de nuevo. Una forma un tanto arcaica, porque se remonta a las formas y creencias de las antiguas civilizaciones, de rehacer los periodos en los que a veces te está yendo mal o incluso la vida te está favoreciendo o, si me pongo religioso o creyente, tu Dios te ofrece nuevas oportunidades, solo porque se termina un periodo e inicia otro, o porque un calendario marca un nuevo comienzo.
La verdad es que sin festejar la “nochevieja” (con toda la parafernalia que ello implica), te puedes ir a dormir temprano un 31 de diciembre y el día siguiente será tan igual como cualquier otra mañana, pero la humanidad le hemos dado un significado especial.
Les decía que para mí es como cualquier otro día, porque esa significancia yo se la he puesto (también en forma por demás ficticia) a la fecha de mi cumpleaños, donde la cargo de simbolismos de renovación, de relanzamiento de mi persona.
Como quiera que sea, hoy celebraremos el final de una década que para el que escribe ha resultado fascinante por muchos motivos y quizás el más importante es que me dejé de preocupar de lo que la gente piensa de mí y me enfoqué en ser feliz, no para los demás como se acostumbra hoy con las redes sociales, sino para sentirme satisfecho con lo que soy, lo poco o mucho que tengo, lo que pienso y para donde creo que voy.
Decía la tía abuela de una comadre muy querida que cuando no quieres a alguien en tu vida hay que decir una frase: “tres pasos al frente y setenta y cinco a la chin…a”, como una forma de rodearte solo de lo que te satisface y te hace feliz, quizás con el único límite de no hacerle daño a nadie nunca, por ningún motivo.
Por eso aprovecho estas líneas finales del año y el inicio de “los nuevos veintes” para desearles a todos que encontremos en nuestra persona todos los satisfactores que se necesitan para estar a gusto con nuestra vida y sus resultados.
Más allá de las posesiones materiales o incluso de las relaciones personales y familiares, uno tiene que aprender a estar con uno mismo y creer que no necesitas “medias naranjas” ni “apoyos personales o religiosos” para hacer el bien, para dar lo mejor de ti mismo y en general, estar en un camino a la felicidad plena que, la logres o no, te permita ser mejor cada día para ti y para la gente que te rodea.
Aprovechemos esta nueva vuelta al sol para modificar lo que no nos gusta a nuestro alrededor, incluyendo ser mejores personas con nuestras parejas, amigos y conocidos, pero también mejorando nuestra relación con nuestra comunidad siendo mejores ciudadanos y eliminando esta apatía que hace que, en especial en nuestra Tijuana querida, no sea una ciudad mejor para vivir.
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