Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Del mundo y sus retos actuales

A mayor globalización más tendencia a aislarse. A mayor apertura comercial más muros construidos, más leyes antiinmigrantes.  Entre más entretenimiento universal más nacionalismos vociferantes, más patriotismos ciegos.

A mayor globalización más tendencia a aislarse. A mayor apertura comercial más muros construidos, más leyes antiinmigrantes.  Entre más entretenimiento universal más nacionalismos vociferantes, más patriotismos ciegos. Nos abrimos al mundo y al mismo tiempo nos cerramos a lo extranjero. Somos el imperio romano y el sistema feudal amalgamados a la fuerza. Una realidad que no sabe cómo conciliar lo propio y lo ajeno, que prefiere mirarse el ombligo antes que encarar los retos de una sociedad planetaria. El siglo XXI es testigo de esta vacilación social, de este retraimiento político. Pudimos ser la humanidad en su conjunto y terminamos siendo la tribu, el clan, la secta. Pudimos ser la esperanza compartida y acabamos siendo el miedo a los demás, el rechazo a los que no son como uno. Las fronteras no se han disuelto mientras que los prejuicios se han multiplicado. El Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea), la votación que dijo no al proceso de paz en Colombia y la elección de Donald Trump para presidente en los Estados Unidos son ejemplos de ello. Entre la apertura y la cerrazón, la última ha ganado la partida. Un nacionalismo que prefiere ser temido a ser respetado, que no admite más ley que la de la fuerza bruta, que pretende imponerse sin pasar por el diálogo. Como hacia 1800 lo dijo el presidente John Adams a Hamilton, cuando éste pedía un ejército para una guerra mundial con Francia y para apoderarse del resto del continente americano: “No es que sólo estés equivocado, es que es la pura locura”. Un aplastar al adversario como única política pública. La ley del revólver sobre cualquier trazo de diplomacia. El siglo XIX, con su capitalismo salvaje, su mano dura y el poder para unos cuantos, está a la vuelta de la esquina. Todos ahora somos Prusia. La cuestión aquí es: ¿quién marca el paso?, ¿quién lo sigue sin protestar?

Vivimos una era llena de apetencias y deseos que se quieren disfrutar inmediatamente, sin razonar gustos y disgustos, sin meditar sus motivos y consecuencias. “No me hagas pensar”. “No quiero pensar”. “Dime la respuesta y ya”. Esa es la reacción más común que obtengo cuando pido que se indague una cuestión más allá de lo obvio, lo maniqueo, lo bueno y lo malo, me gusta o no me gusta. La gente quiere explicaciones simples para todo. No quiere devanarse los sesos en entender que la vida y el mundo, la sociedad y la política, el arte y la cultura, el ser humano y la naturaleza, son mecanismos complejos que requieren una comprensión profunda de su funcionamiento, un entendimiento a fondo para hacer visibles los elementos esenciales que están en juego, las contradicciones que los animan, las paradojas que los alimentan. En una era en que las máquinas piensan por nosotros, muchos prefieren dejarles la tarea de someter a prueba las realidades que nos rodean. Hay que pensar por uno mismo, preferir la vía difícil sobre el atajo, hacer las cosas bien y no hacerlas fáciles, analizando, interpretando los signos de la realidad, las señales del tiempo en que vivimos. Por eso hay que hacer preguntas incisivas, para cuestionar las respuestas que nos dan, para no aceptar lo simple sin indagar primero en lo complejo, lo ambiguo, lo incierto, y así actuar en consecuencia mostrando lo que somos: seres humanos viviendo la vida en un mundo desafiante y feraz, que invita a pensarlo, investigarlo, criticarlo con la escritura por testigo, con la palabra como acción.

Hoy, como nunca antes, los necios y los ignorantes son, sin duda, los reyes del mercado de la información porque piensan que la verdad es un producto manufacturado al gusto de la clientela y actúan en consecuencia: manifestando sus prejuicios como datos auténticos, mostrando sus creencias como pruebas irrefutables, alimentando con miedos irreales el pánico de su audiencia. Si Goebbels viviera se sentiría orgulloso de tan buenos discípulos. Ilusionistas de lo banal que se han vuelto mandatarios. Magos de quinta categoría tomando decisiones de estado. Pero no podemos ser pesimistas ante este siglo XXI en que vivimos: la esperanza de sacar la cabeza del marasmo en que nos encontramos y ponernos a trabajar en la solución de nuestros problemas ocurre todos los días. Movimientos libertarios y conductas críticas de la realidad hacen la diferencia para que la vida no siga igual, para que el mundo no se apoltrone en mentiras interesadas, en engaños públicos.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados