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De regreso

La semana anterior pasé frente a un deportivo de grandes proporciones en el que regularmente se reunían cientos de personas en las canchas de básquetbol y fútbol.

La semana anterior pasé frente a un deportivo de grandes proporciones en el que regularmente se reunían cientos de personas en las canchas de básquetbol y fútbol y que lucieron desoladas durante meses a causa de la pandemia de Covid 19. Pero en las últimas semanas las actividades se reanudaron. Al pasar me percaté que había una gran cantidad de niños en cada una de las canchas acompañados de toda la familia. Cientos de personas disfrutando del clima y de los partidos que se desarrollaban este sábado. Durante los dos últimos fines de semanas tuvo lugar en la ciudad de Playas de Rosarito uno de los conciertos más impresionantes de los últimos tiempos: el Baja Beach Fest de Reggaetón. Se calcula que en cada uno de los cuatro días se tuvo una asistencia promedio de 40 mil personas en la playa disfrutando del festival de música. Nada los detuvo a los llegados de todas partes a un evento que me dicen los que saben, sólo es equiparable al que anualmente se celebra en Indio, California. El festival de Coachella. Veo las escenas de las recientes vacaciones de verano, las playas mexicanas y los destinos turísticos lucen abarrotados de gente. No se ve por ningún lado la sana distancia, ni medidas de protección contra los potenciales riesgos de ser contagiados por Covid 19. Uno puede acudir a algún mercado sobre ruedas o tianguis de cualquier ciudad mexicana y comprobar que en ellos deambulan gran cantidad de niños y adolescentes solos o acompañando a sus padres. Lo mismo se observa en el transporte público y por supuesto en los centros comerciales. Miles de personas acuden a los lugares públicos, algunos con mascarilla, pero la mayoría con ella pero mal empleada, que así no sirve de nada y al contrario produce una falsa sensación de protección, lo que genera descuidos y la mayor probabilidad de contagio. Hace un par de semanas iniciamos actividades semipresenciales en mi institución, El Colegio de la Frontera Norte. Regresamos académicos, administrativos y personal de apoyo. Pero ahora los que tienen niños en edad escolar enfrentan graves problemas para resolver con quien dejarlos en cuidado. La mayoría de quienes se hacen cargo de los hijos son mujeres y ellas ahora no saben cómo resolver el problema porque las escuelas y guarderías se encuentran cerradas. Los que somos docentes valoramos la relación con nuestros estudiantes. El vuelco que significó para los procesos de enseñanza-aprendizaje las clases en línea fue significativo. El pasado miércoles acudí a la primera conferencia presencial desde el inicio de la pandemia. Algunos otros compañeros se conectaron a la reunión de manera virtual. La calidad de la enseñanza no tiene comparación cuando es presencial. La atención del público durante el evento es incomparable a cuando se hace de manera virtual. La representante de la UNICEF en México, Hanna Monsiváis, habla de las ventajas de que los niños y jóvenes retornen a las aulas. Tomando las precauciones necesarias, las ventajas son incomparables frente a los estudiantes que continúan en casa. Los daños en su formación, en su estabilidad emocional, ya son de proporciones incalculables. A nivel mundial la recomendación es volver a clases lo más pronto posible. La defensa de la permanencia en casa de los estudiantes parece insostenible. Cientos de miles de niños y adolescentes en nuestro país han decidido no continuar estudiando por las dificultades que representa seguir las clases en línea. Gran parte de estas personas no tienen las condiciones para desarrollar sus actividades o carecen de los dispositivos electrónicos necesario o acceso a internet. Lo que ha llevado es a ampliar la brecha entre niños y jóvenes con recursos y quienes carecen de ellos. Por esa vía se ahondan las desigualdades. En el balance son mayores los efectos negativos del cierre de las escuelas. La pandemia no terminará en muchos meses y el daño a la salud mental y física de niños y adolescentes y el deterioro educativo, son evidentes. El desequilibrio entre lo que ya funciona y que volvía impostergable la apertura y reanudación de diferentes actividades; y la contradicción del cierre de escuelas, parece haber hecho crisis. Se deben instrumentar protocolos de salud y de seguridad, pero la justificación de permanecer fuera de las aulas es ahora un discurso insostenible.

*- El autor es investigador de El Colegio de la Frontera Norte.

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