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Coronavirus, un gobierno infectado

No se digan sorprendidos, desde hace semanas sabían lo que sucedía, las medidas que debían tomar.

No se digan sorprendidos, desde hace semanas sabían lo que sucedía, las medidas que debían tomar.

Pero esperaron y se sometieron a las políticas federales, con un presidente del país que sigue tomando en broma los efectos de la pandemia, que no ha limitado su contacto con la gente, que ha puesto la popularidad antes que la salud nacional.

Desde un inicio, en el gobierno estatal debieron poner en marcha un Consejo Estatal de Salud, donde participaran todos los sectores, como sucede en Protección Civil, ante las diversas contingencias. Pero no fue así.

Estaban eclipsados por un mandatario federal que se ha visto superado, arrollado, por una sociedad que veía ante sus ojos cómo en otros países asumían acciones radicales ante el coronavirus.

Es evidente que la toma de decisiones y la comunicación del gobierno federal en relación con la pandemia provocada por el coronavirus ha sido errática y lerda.

La estrategia inicial estuvo basada en la contención y fue soportada sobre la base de negar lo que muchos mexicanos veíamos que sucedía en tiempo real en otros países a través de redes sociales.

Se privilegió la búsqueda de reducción del daño político a la imagen presidencial, que venía saliendo de un par de semanas en que la agenda pública la controlaron los movimientos feministas, el 9M le propinó un duro zarpazo de realidad a un presidente que a ratos parecía estar fuera de sus cabales y perdido.

En ese escenario arreciaron las críticas por la postura política de la inacción y arrastró a las entidades estatales gobernadas por Morena, alineadas a la testarudez del presidente y su gabinete.

El resto de los estados y muchas instituciones entre las que destacaron algunas universidades privadas hicieron valer su carácter independiente, por ejemplo en el Tec de Monterrey comenzaron a actuar y dejaron muy mal parado a un presidente sin liderazgo y rebasado por la realidad social.

Los ciudadanos hoy pueden comparar, con inmediatez, el ejercicio gubernamental y las acciones de comunicación de sus autoridades y las desarrolladas en otros países.

Por ello, de nada sirvió que se negara lo inminente del riesgo que representa el Covid-19 para un país como México que tiene un sistema de salud pública en condiciones de precariedad.

Lo único que provocó el hermetismo gubernamental fue que amplios grupos sociales con poder adquisitivo, se volcaran de manera irracional a comprar artículos de limpieza e higiene generando desabasto de papel higiénico, cubrebocas, gel antibacterial, cloro y alcohol de caña.

El país estaba hecho un caos y en BC se veía una inacción, hasta que llegaron los primeros casos positivos en el Centro, California y entonces la alcaldesa de Mexicali, Marina del Pilar Ávila Olmeda tuvo que dar un golpe de timón.

La cercanía geográfica lo ameritaba y había que asumir una actitud más responsable que la que hasta ese momento se estaba dando.

En el estado, había todavía una inacción, ya que las señales de la federación llegaban a cuentagotas y con una disparidad que rayaba en la indolencia.

Hay que reconocer que en Mexicali, el gobierno de Marina del Pilar dio muestras de estar mejor organizado y comunicar de manera más pronta y eficiente sus acciones, de frente a la realidad amenazante que vivía el Valle Imperial y todo California.

Por lo menos en prevención, porque necesitamos evaluar la emergencia hasta que concluya esta pandemia, lo cual dista mucho de ver una luz en el largo túnel.

Las crisis son para medir a ciudadanía y gobernantes en su real dimensión, por lo que es evidente que la alcaldesa cachanilla está aprovechando para que la vean que está afrontando la contingencia con madurez.

Veremos cómo llegamos al final de esta pesadilla, pero lo que es evidente es que los gobernantes, sobre todo en la federación y en el estado, nos han dejado mucho que desear.

La verdad sea dicha.

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