Competencia Oficial. Dir. Mariano Cohn & Gastón Duprat
A unos días de la debacle, y el violento asalto, exhibido en los Oscares, el polvo no se ha asentado aún. Por el contrario, las consecuencias apenas empiezan a tomar forma.
A unos días de la debacle, y el violento asalto, exhibido en los Oscares, el polvo no se ha asentado aún. Por el contrario, las consecuencias apenas empiezan a tomar forma. La Academia, en comunicado, expuso que se tomarán semanas para investigar el altercado. En realidad no hay nada que investigar, lo sucedido fue agresión, simple y llana.
Ninguna palabra, o mal chiste, justifica el uso de la violencia. Se debió retirar a Smith de la ceremonia inmediatamente. No ovacionarlo por su Óscar. El sistema, al parecer, está roto. Smith es un agresor y un manipulador, y la Academia lo facilitó.
La toxicidad en las artes, específicamente en el cine, es justamente la temática que manejan Mariano Cohn y Gastón Duprat en su sátira sobre los genios y las estrellas del séptimo arte.
Humberto Suárez (José Luis Gómez), empresario farmacéutico multimillonario, llega a los ochenta años y se encuentra sin un legado que dejar, por lo que decide, espontáneamente, que producirá la mejor película de todos los tiempos. Encarga a su equipo consiga los mejores medios e individuos para ello. El resultado es comprar los exorbitantes derechos de una prestigiosa novela de moda y contratar a los dos actores más importantes del momento, Félix Rivero (Antonio Banderas), estrella internacional y Óscar Martínez (Iván Torres), maestro de maestros. Para garantizar el éxito, la galardonada Lola Cuevas (Penelópe Cruz) dirigirá la cinta. En resumen un coctel de los más grandes egos en la industria española luchando por demostrar quién es el más grande de todos.
Por principio, en una especie de guiño/reunión metatextual, de Los abrazos rotos (Almodóvar, 2009), José Luis Gómez vuelve a ser productor de Penelópe Cruz (ahora directora), ya Cohn y Duprat apuntan hacia dónde se dirigen con su ácida crítica del estado del cine y sus creadores.
Lola Cuevas es el retrato estereotípico del pretencioso “genio” cinematográfico, constituido, en un noventa por ciento, de mamarrachada, y diez por ciento de genialidad. Óscar Martínez, una eminencia actoral cuya ética y principios están por encima de todo, jamás se vendería por dinero, el arte siempre es lo primero. Félix Rivero un mercenario de la actuación, reconocido internacionalmente, exitoso en el cine hollywoodense, despreocupado por métodos y técnicas actorales rebuscadas.
El encuentro de estos tres titanes no tarda en generar chispas por el contraste en sus aproximaciones al arte. Lola exige cosas absurdas e innecesarias desde las primeras lecturas. Óscar lleva la euforia en su actuación más allá del límite. Félix no tiene ningún interés en el pasado o vida interior de los personajes y mucho menos respeto por las fechas y horarios de ensayo.
Todo esto resulta en una muy reveladora y descacharrante crítica de las personalidades y egos que chocan durante todo proceso de producción cinematográfica, que sin duda es una colección de anotaciones, convertida en viñetas que prenden por culo al “prestigioso” cine de arte.
Cohn y Duprat aprovechan la oportunidad para criticar tanto las pretensiones artísticas fallidas, como al cine comercial, que en un monólogo de Óscar, criticando el trabajo de Félix, es descrito como algo que mata las neuronas de los espectadores, “puro entretenimiento banal, que a mí no me entretiene”.
Lo que se va revelando, poco a poco, conforme el proceso de ensayo avanza, son las egoístas intenciones de los artistas, cada uno planeando la forma de sobresalir como estrella indiscutible de la obra, demostrando que su aportación artística es la más valiosa.
Lola busca exprimir y plasmar verdad. Verdad. Félix demostrar que es mejor actor, como su colección de premios lo demuestra, sin la necesidad de inútiles métodos. Y Oscar, a pesar de toda su ética, intenta aprovechar la oportunidad de tomar para sí mismo ambos papeles en un momento en que la permanencia de Félix en la cinta parece peligrar.
Los directores establecen, que al final, no hay nada peor que el que no sabe que no sabe (efecto Dunning- Kruger), la ignorancia con soberbia (paradójicamente, el sesgo cognitivo que lleva a demasiadas personas equivocadas a la cima del éxito) y que la industria cinematográfica no es más que un circo de frívolos, prostitutas y corruptos.
En su desenlace, que pronostica la reacción irracional y arrebatada de Will Smith, se exhibe hasta qué límites se puede llegar para continuar la narrativa del éxito.
Indudablemente, como Lola, Óscar y Félix, y anticipándose a los hechos más recientes, Cohn y Duprat han hecho una película “de puta madre”.
*El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.
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