Ciudades que curan…
Como arquitecto, los cambios resultan una gran oportunidad para observar detenidamente los efectos que un fenómeno como esta pandemia provocan en los patrones de vida de la gente en el mundo, la región y tu ciudad.
Como arquitecto, los cambios resultan una gran oportunidad para observar detenidamente los efectos que un fenómeno como esta pandemia provocan en los patrones de vida de la gente en el mundo, la región y tu ciudad. De hecho, en mucho han influido enfermedades y pandemias para el diseño de las ciudades y edificios en la historia de la humanidad. Por ejemplo, en el barrio de Soho en Londres durante el año de 1854 hubo un brote de cólera sobre la calle Broad. Este, traía en jaque a los gobernantes y residentes del lugar, hasta que el médico John Snow descubrió que la causa de la propagación de la enfermedad era debido a que el agua que consumían los residentes venía de un pozo contaminado con heces que escurrían sobre esa calle. Este descubrimiento sirvió como la base para un nuevo paradigma respecto de la generación de las enfermedades y permitió que se acuñara el concepto de enfermedad infectocontagiosa gracias a los estudios de Louis Pasteur. Este brote determinó las condiciones para el diseño y construcción de los sistemas de drenaje y agua potable en las ciudades modernas vigentes hasta hoy.
Mas de 150 años después, sabemos que esta nueva y un tanto todavía desconocida enfermedad (COVID-19), encuentra en la ciudad y sus habitantes las condiciones ideales para propagarse e infectar. Ha sido en ciudades densas y ajetreadas como Nueva York, Milán y la Ciudad de México donde su efecto ha sido más contundente debido al constante contacto cercano entre residentes y la intensa convivencia en espacios confinados y repletos de gente como el transporte público, oficinas, parques, teatros, etc. donde las oportunidades de cruzarte de cerca con un infectado asintomático son múltiples y frecuentes.
Ante la “nueva realidad” los habitantes de muchas ciudades hemos empezamos a salir del encierro; algunos, con justificado temor, y otros con incertidumbre ante los mensajes contradictorios que recibimos o de plano, en plena incredulidad. En algunas ciudades, los gobiernos están re imaginando el espacio público y la movilidad, promoviendo hacia el futuro ciudades más resilientes y sustentables.
Los tijuanenses, podríamos aprender mucho de las acciones de ciudades como Bogotá, donde han agregado 76 kilómetros de nuevas ciclovías, o en Berlín y Milán, donde con el uso de pintura y algunas simples señales verticales han ampliado las banquetas y ciclovías para permitir la sana distancia además de haber reducido las velocidades de circulación de los automóviles, para facilitar la convivencia entre peatones, ciclistas y automovilistas, incluso, convirtiendo algunas calles en corredores exclusivamente peatonales, permitiendo a los bares y restaurantes salir de sus paredes para dar servicio al aire libre donde hay mejor ventilación. Como que esto último se antoja para avenidas como Revolución, Constitución o la misma calle sexta.
Es hora de que en Tijuana unamos esfuerzos sociedad y gobierno para que, inspirados en las mejores prácticas de otras ciudades, pongamos manos a la obra ya, y rompamos el viejo paradigma de que las calles son para los autos y no para los humanos, y las convirtamos en un espacio que propicie caminar, rodar en bicicleta y convivir sanamente. Queremos que Tijuana sea una ciudad que nos cure, y no una que nos enferme más.
* El autor es arquitecto tijuanense, pro ciudades compactas.
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