Change ve y chango hace
Siete. Fueron siete los retenes colocados, incluida la aduana de San Emeterio, entre los 700 kilómetros de distancia que unen a Mexicali con Hermosillo.
Siete. Fueron siete los retenes colocados, incluida la aduana de San Emeterio, entre los 700 kilómetros de distancia que unen a Mexicali con Hermosillo. Y eso que era jueves, cuando se supone no hay mucho movimiento en las carreteras. El promedio es de uno cada cien kilómetros. Eso sí, había de dulce de chile y de manteca. Federales, estatales, militares y combinados.
Recorrer este trayecto ha sido un verdadero placer durante los últimos años. Más bien, había sido. Disfrutar el paisaje. Los coloridos contrastes en el Valle de Mexicali, entrar el Desierto de Altar, la reserva de El Pinacate y pasar entre las montañas de esa parte de Sonora, era un privilegio.
Había sido una carretera medianamente segura, peligrosa en algunos tramos, pero en general transitable. Pero algo pasó en estos últimos años y esa confianza se rompió. Siguen ahí su flora y su fauna, las cálidas arenas que rompen al pie de un enorme gusano de acero que divide Estados Unidos y México. Pero la paz y la serenidad se fueron. Se esfumaron dando paso al miedo y la desconfianza.
Y es que han vuelto las molestias y la incertidumbre de ver a hombres armados, algunos con el rostro cubierto con pasamontañas que, confianzudos unos y perdonavidas otros, te interrogan mientras con la mano acarician su arma de cargo. A los lados y a veces en medio de la carretera, vehículos rotulados con los logotipos de distintas corporaciones policiacas y dependencias federales obligan a reducir la velocidad y a detenerse. No hay letreros preventivos. Aparecen de repente. Las largas filas son el primer y último aviso.
Están antes de entrar a Sonora. Vehículos y personal de la Secretaría de Gobernación, convertidos en la Mexican Border Patrol, a la caza de centroamericanos y sudamericanos, especialmente, en nuestro país. No importa que traigan documentos. Por lo menos los hacen pasar un mal rato. Los encuentras luego, ocasionalmente, a la entrada a Sonoyta y a la altura del kilómetro 120 entre Caborca y Sonoyta. Son elementos de la Fiscalía Estatal que también tienen su propio retén, la mayoría de ellos con el rostro cubierto. Igual en Estación Llano y otras veces en El Oasis o en la entrada a Pesqueira.
Policías que generan molestias y temor a los viajeros mientras a unos cuantos kilómetros los balazos retumban hasta en las iglesias y la sangre corre por las calles de una de las ciudades más violentas del Estado. Una ciudad, al igual que la de Altar, a 30 kilómetros de aquí, en la que los pick ups, las suburbans, las tahoes, las cherokees de modelo reciente, circulan sin placas, vidrios polarizados y con por lo menos cinco personas arriba. Todos los ven, menos las policías, incluyendo la Guardia Nacional que tiene su cuartel entre ambas poblaciones o el Ejército, que estrena instalaciones a la entrada norte de la sede del cártel de Caro Quintero.
Durante muchos años, la operación de los retenes y la exigencia de su desaparición, fueron parte de las demandas y el discurso furioso de dirigentes de partidos de oposición, muchos de ellos actualmente en el Gobierno e incluso en posiciones de seguridad. Hoy callan como momias y con su silencio justifican, en nombre de la seguridad, que se viole la Constitución y el derecho de todos los mexicanos a circular libremente por las carreteras del país.
Lo peor de todo es que en las carreteras federales, ya no solo se instalan retenes federales, sino también de agentes de corporaciones policiacas estatales de Sonora. No hay duda de que, a pesar de que no hay resultados positivos, el mal ejemplo cunde. Bien dice la gente que “chango ve, y chango hace”.
PD.- En San Emeterio ya se “capacita” a elementos del Ejército Mexicano cuya primera instrucción será desaparecer la operación de los semáforos fiscales. Así que todos serán revisados al pasar. Ni modo de alegar. Ya se apoderaron hasta de la voluntad.
*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios
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