Caballo que alcanza…
Sin pudor ni dignidad, aceptaron el apodo que desde la inmaculada voz del tlatoani mayor, ingenioso y dicharachero como es, les endilgó.
Sin pudor ni dignidad, aceptaron el apodo que desde la inmaculada voz del tlatoani mayor, ingenioso y dicharachero como es, les endilgó. Los y las “corcholatas” se alinean y festejan, se autonombran y se auto promueven, se destapan y auto destapan sin rubor alguno por todo el país. Mientras, alejado de las encuestas oficialistas pero cercano en el ánimo de muchos mexicanos, la figura de un caballo negro zacatecano corre por la pradera de la política nacional, pisando fuerte, cada vez más fuerte, y levantando polvo, mucho polvo.
Los primeros celebran todas las ocurrencias de quien, sin aceptarlo, será el destapador. Le festejan sus repetitivas frases y le justifican sus dislates. Se mimetizan hasta con sus ocurrencias, que son bastantes. Replican, sin ruborizarse, sus mentiras. Las multiplican en todos y cada uno de sus actos públicos preelectorales. No hay límites.
El segundo, alejado, pero sin romper, sigue moviendo sus piezas en este enorme ajedrez político. Su más reciente movimiento mostró su capacidad y habilidad de negociador nato. Con argumentos logró colocar en la presidencia del Senado de la República a Alejandro Armenta y dejando en el camino a la propuesta presidencial. Fue un golpe directo al delicado hígado y al enorme ego de López Obrador.
Seguramente habrá consecuencias. Pero dicen que para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo.
Ricardo Monreal Ávila, Senador de la República, no cuenta con la simpatía presidencial para sucederlo. Es, en la caja de las corcholatas lopezobradoristas, el menos dócil. Por eso, el presidente no lo tolera. Por eso no lo incluye entre sus preferidos. El presidente quiere que lo suceda alguien que piense como él, que actúe como él, que le permita extender por seis años su mandato desde la comodidad de “La Chingada”. Quiere a alguien igual, pero más barato.
Claudia Sheinbaum, la marcada preferida y quien encabeza la mayoría de las encuestas, no prende ni emociona. No crece, al contrario, a pesar del respaldo presidencial y las intensas giras de fines de semana por diversas partes del país, sus preferencias van en caída. No ha podido crear su propia imagen. Solo repite y repite y repite los datos falsos del presidente López Obrador.
Monreal Ávila no es precisamente un hombre que atienda a ojos cerrados las indicaciones presidenciales. Es, eso sí, un político hábil e inteligente, con sus propias convicciones que dice, no está dispuesto a traicionar. Como político de carrera sabe y conoce también el valor de la palabra y de los acuerdos. Los honra y privilegia. Por eso la oposición lo respeta y reconoce. Por eso Marcelo Ebrard, otra de las “corcholatas” presidenciales y también con amplio oficio político, lo respeta y reconoce.
Hace varios meses, López Obrador dio nombres y azuzó las aspiraciones de quien podría representar a Morena en las elecciones presidenciales del 2024. A Monreal no lo ha mencionado y ni siquiera lo invita a desayunar a Palacio Nacional. Sus relaciones han sido tirantes y seguramente no terminarán bien, menos con lo sucedido el miércoles pasado cuando logró colocar a su gente en la presidencia de la Cámara Alta.
El zacatecano sabe que el Presidente es un hombre de odios, revanchas y venganzas. Que López buscará la forma de minar su credibilidad pública y confianza para fortalecer la de su “corcholata” favorita. Que pondrá a toda la maquinaria del poder a operar para desprestigiar y destruirlo.
Monreal lo sabe, porque lo conoce. Por eso en su discurso sigue llamando a la conciliación y al respeto entre los poderes. No se pelea, pero tampoco se deja. Sin embargo, la comunicación directa está rota. Los vasos vinculantes están tapados. Y lo peor está por venir conforme se acerque el momento de destapar oficialmente a la “corcholata”.
Ante ese escenario de división que se visualiza de cara al proceso interior de Morena, las posibilidades del rebelde senador se elevan, sobre todo si, en esa refriega familiar, Ebrard se queda una vez más fuera de la carrera. Una alianza estratégica, cabe en las posibilidades. Y Monreal sabe la importancia de sumar para multiplicar.
Dicen que, caballo que alcanza, gana. Vamos a ver si se cumple el dicho. De los males, el menor.
*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios
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